En invierno, el ciclo de sueño/vigilia en los seres humanos se adapta al amanecer
Un estudio de la Universidad de Sevilla ha analizado los parámetros comunes que aparecen en el ciclo de sueño/vigilia de sociedades pre-industriales (sin acceso a la electricidad) subtropicales y de sociedades industriales extratropicales. Los resultados muestran que en invierno el ciclo de sueño/vigilia humano se adapta al amanecer.
Un estudio del profesor de la Universidad de Sevilla José María Martín Olalla publicado en la revista Scientific Reports (del grupo Nature) ha analizado los parámetros comunes que aparecen en el ciclo de sueño/vigilia de sociedades pre-industriales (sin acceso a la electricidad) subtropicales y de sociedades industriales extratropicales.
Los resultados muestran que en invierno el ciclo de sueño/vigilia humano se adapta al amanecer. El despertar ocurre durante el crepúsculo invernal regulado por el mecanismo fotoreceptivo del sistema circadiano. La hora de acostarse ocurre unas ocho horas antes, en medio de la noche, regulado homeostáticamente: cuanto más tiempo despierto más probable es que tengas ganas de dormir.
Esta disposición retrasa el ciclo de sueño/vigilia conforme aumenta la latitud, ya que el amanecer invernal también se retrasa.
Entre la región subtropical (donde se aglutinan las sociedades pre-industriales estudiadas) y la latitud de un país como el Reino Unido el retraso alcanza las dos horas.
Este retraso es menos adecuado en verano debido al cambio de dos parámetros naturales: la hora del amanecer, que en esta estación se adelanta conforme aumenta la latitud; y la insolación a mediodía, que aumenta en verano: por debajo del paralelo 47 (que cruza Suiza) la insolación estival a mediodía es mayor que la del Ecuador.
Aunque a lo largo de la historia el retraso invernal se ha mitigado de forma diferente, en las sociedades modernas el cambio estacional de hora realiza esta función. El cambio de hora en primavera adelanta el ciclo de sueño/vigilia y lo adapta a las condiciones del verano. El estudio demuestra que el ciclo es común a lo largo de un rango de latitudes que va del Ecuador hasta los 55 grados. El despertar ocurre unas seis horas antes del mediodía y la hora de acostarse unas diez horas después del mediodía. Expresado en la hora vigente en España, el despertar se produce a las 8 de la mañana y la hora de dormir llegaría a las 12 de la noche.
Para analizar el comportamiento de las sociedades pre-industriales, el profesor Martín-Olalla toma la referencia de siete estudios anteriores realizados sobre nueve sociedades diferentes: los Tsimané en Bolivia, los Hadza en Tanzania, los San en Nambia, los Toba/Qom en Argentina y los Quilombolas en Brasil; y las poblaciones de Fondwa (Haití), Milange y Tengua (Mozambique), Mandena (Madagascar) y Chico Mendes (Brasil). Para las sociedades industriales se han analizado las encuestas de empleo del tiempo de ocho países: seis en Europa (Dinamarca, Reino Unido, Irlanda, Francia, Italia y España) y dos en América (Canadá y Estados Unidos).
El European Journal of Internal Medicine (del grupo Elsevier) también ha publicado recientemente un texto del profesor Martín-Olalla (con versión en español) en la que explica el papel de la latitud a la hora de entender las diferentes formas de adaptación al ciclo estacional que se observan en las sociedades contemporáneas. La latitud es un parámetro clave porque el ciclo estacional de luz y oscuridad que se vive a 60 grados de latitud (por ejemplo, en la península escandinava) es muy diferente del que se observa a 40 grados de latitud (por ejemplo, en la península ibérica), lo que influye en la toma de decisiones humanas. En último término esto se traduce en preferencia por usar el cambio estacional y por evitarlo. Concluye que, dado el extenso rango de latitudes que cubre Europa, la Comisión Europea debe permitir que cada país decida si seguir o no con el cambio estacional
La influencia de la latitud en esta toma de decisiones ya fue analizada anteriormente por el profesor Martín-Olalla en otro texto publicado en el año 2018, también en la revista Scientific Reports.
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