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07 de febrero de 2016

Zika, el virus viajero

Fotografía ilustrativa de la noticia
Desde su África natal hasta Sudamérica. Desde el primer caso conocido, en Uganda en 1947, hasta el brote de Brasil en 2015. De ser un desconocido a ser considerado una emergencia global por la Organización Mundial de la Salud. Desde la prevención hasta el desarrollo de la enfermedad. Así es Zika.

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Imagen del mosquito 'Aedes aegypti'.

Imagen del mosquito ‘Aedes aegypti’.

A Zika le gusta viajar. Desde que fue descubierto en 1947 en Uganda, África, el virus ha recorrido Asia, con algunos casos en Malasia, Indonesia y Pakistán; Oceanía; la Polinesia francesa en el Pacífico; y, en los últimos años, gran parte de los países del continente americano, sobre todo del Sur, donde se ha producido el brote actual que ha hecho saltar las alarmas sanitarias mundiales.

Además de su espíritu ‘aventurero’, de Zika se sabe que se identificó por primera vez en macacos, en Uganda, y en humanos, en Tanzania y también en Uganda. Se trata de un virus que se transmite a las personas a través de la picadura del mosquito Aedes aegypti. Respecto a sus síntomas, son similares a los de una gripe fuerte, no hay vacuna contra la enfermedad y no necesita un tratamiento específico.

A partir de estos datos, proporcionados por la Organización Mundial de la Salud –OMS-, se abren algunas incógnitas en torno a un virus que ha motivado la declaración de alerta internacional por parte del propio organismo sanitario, a raíz de los millones de casos detectados, en los últimos meses, en la Polinesia francesa, Brasil y Colombia.

Entre las dudas más preocupantes destaca la relación entre este virus y el aumento de casos de recién nacidos afectados de microcefalia, una anomalía que se manifiesta en el desarrollo insuficiente del cráneo y que se ha convertido en un problema emergente en muchos estados del Nordeste de Brasil. “A día de hoy, no se puede confirmar que exista una vinculación entre el virus del Zika y el incremento de bebés con esta enfermedad”, asegura Guillermo López Lluch, investigador del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo -CABD-, centro mixto de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Guillermo López Lluch / Fuente: Universidad Pablo de Olavide

Guillermo López Lluch / Fuente: Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Bebé en camino

Según indica el experto, hasta 2014 en Brasil, el número de niños con microcefalia oscilaba entre 150 y 200 por año. Desde 2015, la cifra asciende a 1.300. “Es cierto que se ha producido un repunte de casos. A pesar de que el virus ya se conocía desde hacía tiempo, es ahora cuando se asocia con la microcefalia porque ésta se desarrolla en una zona concreta, en paralelo al incremento de caso de Zika”, arguye el investigador, que se pregunta: “Pero ¿por qué no ocurre lo mismo en otros países con presencia del virus? Además, habría que considerar otras circunstancias como la confluencia de dos virus o factores ambientales. La vinculación, por tanto, no está clara”.

La misma opinión expresa Alfredo Berzal, investigador del Instituto de Parasitología y Biomedicina ‘López-Neyra’ –IPBLN-, de Granada. El experto señala que, hasta el momento, se han descrito indicios de transmisión vertical o perinatal, de la madre al feto, que a su vez pueden relacionarse con el desarrollo de la microcefalia. “Habría que demostrar ambas premisas. Primero, la transmisión madre-hijo. Y, segundo, que ésta afecte al embrión mediante la aparición de la citada anomalía”, aclara.

En este sentido, el experto afirma que no se puede ni confirmar ni descartar la existencia de contagio perinatal. “Se desconoce si deben darse otras circunstancias, por ejemplo, el estado inmunológico de la madre o una relación entre la fase de la gestación y el momento en el que se produce la infección”, continúa. De este modo, ante la cuestión de si las mujeres embarazadas son un grupo de riesgo que el virus pueda afectar de forma especial, la respuesta es unánime por parte de ambos expertos: “No”.

Imagen del investigador del Instituto de Parasitología y Biomedicina ‘López-Neyra’, Alfredo Berzal.

Alfredo Berzal.

Vehículos de transporte

Otro de los aspectos que genera dudas son las vías de contagio. Está demostrado que el virus se transmite por las picaduras de mosquitos Aedes infectados, los mismos que propagan enfermedades similares como el dengue, la fiebre amarilla y el chikungunya. El proceso es sencillo: el insecto, mediante un picotazo, bebe sangre e inocula el virus en el ser humano.

Sin embargo, también se han descrito casos de transmisión sexual, debido a que el microorganismo es capaz de sobrevivir durante días en el esperma. En este tipo de casos, el investigador Alfredo Berzal cuestiona si se trata de un hecho general o particular. “No sabemos si son necesarios otras factores para que exista contagio por vía sexual. No creo que haya datos suficientes para considerarlo como tal”, afirma.

La misma cautela manifiesta ante los casos con presencia del virus en el líquido amniótico o en la placenta. “Esto puede ser un indicio de transmisión vertical. Pero, volvemos a lo anterior ¿es algo general o tienen que darse otras circunstancias para que el microorganismo llegue a la placenta y, de ahí, al embrión? No hay estudios que puedan llevar a afirmar o desmentir esta posibilidad”, sentencia.

Precaución durante los viajes

Aunque por el momento se desconozcan todas las posibles vías de transmisión, para no contraer la enfermedad es fundamental evitar la picadura del mosquito, sobre todo si se viaja a países con presencia de este insecto. “El riesgo de contagio aumenta en estas regiones. Las precauciones son las mismas que cuando se visita un país tropical: utilizar repelentes, llevar ropa larga y clara que cubra la piel o poner mosquiteras para dormir y en puertas y ventanas”, advierte López Lluch. Y añade: “Eso no quiere decir que si te pica un mosquito, contraigas la enfermedad. Pero cuanto más pique, más probabilidades hay”.

Turista en Kalimantan, bosque natural de la Isla de Borneo (Indonesia).

Una turista recorre el interior de un bosque natural ubicado en la isla de Borneo, Indonesia.

Sus recomendaciones se completan con las de la OMS. El organismo mundial aconseja vaciar, limpiar o cubrir los utensilios que puedan acumular agua, como cubos, macetas o neumáticos, para así eliminar lugares de cría de mosquitos.

Según el investigador de la Universidad Pablo de Olavide, tanto en Andalucía como en España, el riesgo real de contagio es mínimo. Por varias razones. Una de ellas, porque el insecto que transmite la enfermedad no tiene presencia en territorio español. “Es cierto que se está desplazando por el Mediterráneo y no se descarta que, en próximos años, llegue aquí, de la misma forma que lo hizo el mosquito tigre. Pero, hoy por hoy, no hay razón para alarmarse”, indica.

La segunda, continúa, porque una persona infectada que pase la enfermedad en España, no la transmite. “Para que haya contagio, tiene que haber mosquito. No es como la gripe, que se transmite vía aérea. Hay una gran diferencia. Así que la población tiene que estar tranquila”, añade.

Como una gripe

En caso de contagio, no existe vacuna. Tampoco tratamiento específico. “El modo de actuar es el mismo que ante un resfriado, una gripe o incluso el sarampión o la varicela: dejar pasar la enfermedad, beber líquidos suficientes y tomar analgésicos comunes, que se utilizan para paliar los síntomas. Así hasta que el virus termina su ciclo, que suele durar unos siete días”, explica López Lluch.

Respecto a los síntomas de la enfermedad, los investigadores coinciden en señalar su similitud con la gripe. “Fiebre, malestar general, sarpullido, dolores articulares y dolor de cabeza”, enumera Alfredo Berzal. Para López Lluch, la dolencia es una especie de gripe “extraña” con la que se puede confundir. “La duración es parecida, entre cuatro y siete días. Por otra parte, en muchos casos la infección puede ser asintomática. Muchas de las personas infectadas no lo saben porque no desarrollan los síntomas. De hecho, sólo un 25 por ciento de los pacientes manifiestan indicios”, aclara el experto.

En su opinión, la preocupación por el virus debe dejar paso al sentido común. “No hay motivos para que la población se preocupe. No es una enfermedad que cause mortandad, como el Ébola. La gripe puede resultar más virulenta. Incluso provocar la muerte en personas con el sistema inmunológico deprimido. Y, sin embargo, todos los años hay gripe. Y nunca nos asustamos”, concluye López Lluch.


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