Especies invasoras como la cotorra argentina u otras que aún no lo son formalmente como el alga asiática son ya un denominador común de prensa y espacios informativos por su incidencia en ecosistemas cada vez más amplios de Andalucía. Los científicos que desarrollan en la comunidad autónoma sus trabajos para luchar contra ellas exponen las ventajas y desventajas de cada línea de trabajo, e inciden en que, más allá de los efectos económicos que puede tener su presencia, es un afán conservacionista, no siempre bien entendido, el que guía sus investigaciones.
El afán por conservar mejor el equilibrio en los ecosistemas guía las investigaciones científicas contra las especies invasoras, que provocan daños, en el caso de las cotorras argentinas, sobre otras autóctonas como los murciélagos (nóctulos gigantes) del Parque de María Luisa de Sevilla.
Parten de la premisa de que es preferible, a ser posible, la erradicación al control. Así lo explica la investigadora de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla Martina Carrete, quien detalla que existen, a grandes rasgos, tres líneas de actuación a seguir con las especies invasoras, dependiendo del estadio de su expansión. La primera pasa por la prevención para que no lleguen a los nuevos ecosistemas, la segunda por la erradicación y la vuelta a la situación anterior a su aparición, y la tercera al control, que hay que hacerlo de manera constante y de por vida, lo cual genera mucha incertidumbre ante cambios “políticos o económicos”.
En el caso de las cotorras de Kramer, al igual que con la cotorra argentina, sus poblaciones aún son erradicables en España, algo que ya es imposible o extremadamente complicado en otros países como Inglaterra o Israel. En Madrid la última actuación planificada por el Ayuntamiento pasa por la captura y posterior sacrificio de más de 10.000 ejemplares.
En Sevilla, tanto la cotorra argentina como la Kramer son especies invasoras que suscitan el interés de los investigadores. Como suele suceder con estos animales, “su éxito de invasión se debe en gran medida al enorme número de ejemplares silvestres importados como aves de jaula”, explican la doctora Carrete y el doctor José Luis Tella, profesor de investigación de la Estación Biológica de Doñana, en un comunicado de resumen de sus trabajos con la cotorra de Kramer para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
“Las especies invasoras se pueden escapar de las ciudades” adonde quizá llegaron hace décadas a mercados tradicionales como el de la Alfalfa, en la capital hispalense, y “colonizar ecosistemas rurales” como está ocurriendo en Madrid o también Barcelona, con el consiguiente efecto “sobre las especies autóctonas y un impacto aún más marcado en términos económicos”, explica Carrete.
La investigadora de la UPO recuerda la “oposición pública” que suscitó el plan de erradicación de las cotorras de Kramer y argentina presentado en la capital hispalense, liderada principalmente por colectivos animalistas.
La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) es conocida por sus daños a la agricultura en áreas invadidas como Barcelona. Aunque la población de esta especie en Sevilla era relativamente reducida, los censos que han manejado estos científicos muestran un incremento poblacional reciente de hasta el 815 por ciento, pasando de un mínimo de 92 individuos en 2013 a un mínimo de 750 individuos en 2017. “Es de esperar que, de continuar este incremento poblacional, esta especie de cotorra también suponga un problema para la agricultura en un futuro cercano”, detallan.
Además, las cotorras de Kramer y argentinas son portadoras de enfermedades transmisibles a la fauna urbana nativa e incluso a las personas. Sin embargo, los estudios al respecto, a diferencia de los que concluyen que las pérdidas económicas que conllevan son una realidad, están en curso y no pueden proporcionar todavía datos precisos sobre el alcance de este impacto.
Otras especies invasoras en las que trabaja la comunidad científica actualmente en Andalucía son las del cangrejo rojo, o las de pájaros como los conocidos popularmente como estrildas o los tejedores, que, provenientes de África, anidan en la zona de las marismas del entorno de Doñana.
Pero si alguna especie preocupa, por su efectos económicos en el sector pesquero y los cambios que está produciendo en las costas andaluzas, esa es el alga asiática. Los principales trabajos que se desarrollan en la comunidad autónoma sobre la Rugulopteryx okamura son los que lleva a cabo desde la provincia de Cádiz, con la colaboración de ayuntamientos y clubes de buceo, el catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla José Carlos García Gómez.
El alga asiática se estudia para su inclusión en el catálogo español de especies exóticas invasoras desde septiembre de 2016. Aunque formalmente aún no se ha dado ese paso, estudios como los desarrollados por el Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla sobre su distribución e impacto, principalmente en el Estrecho de Gibraltar, apuntan a que finalmente se considerará exótica invasora.
La ‘supremacía’ del alga asiática
Según un artículo publicado en ‘Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños’, por García Gómez y otros investigadores, en las costas de la comarca gaditana, la especie, además de presentar una clara “supremacía competitiva” frente a otras, sería la causante de síntomas de picor en cara y manos en aquellas personas que la han manipulado. Los científicos masticaron para este estudio ramificaciones del alga autóctona Dictyota dichotoma y de la asiática.
“La primera no provocó ninguna sensación anormal, pero la segunda, al cabo de varios segundos de ser masticada, provocaba un picor extremo en la boca y en la lengua que obligaba al enjuague inmediato y reiterado”, han indicado posteriormente en el citado artículo.
Su impacto sobre el conjunto de la flora y la fauna autóctonas aún no ha podido ser cuantificada pero sí se sabe que ha sido muy elevado al haber desplazado a otras especies de sus enclaves de fijación en sustratos rocosos debajo del mar. Tampoco sobre su llegada al litoral andaluz hay demasiado conocimiento.
En Ceuta se recogieron en 2015 5.000 toneladas de arribazón de esta alga procedente de Japón y Corea, y las primeras referencias en Europa remiten a 2007 a una laguna costera de Francia donde se cultivaban ostras importadas.
La masa recolectada en los últimos años en Andalucía, más allá de presentar un problema para la pesca y un desafío para el turismo, satura con facilidad los vertederos de residuos sólidos urbanos, en una proliferación inédita cuyos orígenes se estudian en los fondos a los que llega el sol bajo la marea, y que solo se asemeja a la colonización del sargazo en el Caribe.
Frente a la preocupación creciente de sectores como el pesquero, donde el alga asiática hace estragos, y preocupa, no solo en la costa de Cádiz, sino también en las de Huelva, Málaga y Granada o Almería, en el ámbito local hay quienes prefieren ver el vaso medio lleno de cara al futuro.
En Algeciras se ha procedido al compostaje del material de arribazón para su uso en parques municipales y zonas verdes. Este tipo de fertilizante ha demostrado aumentar la tasa de germinación, crecimiento, resistencia a patógenos y absorción de nutrientes en un alto número de cultivos.
Una salida para los emprendedores
El profesor Antonio Vegara explora, desde el centro de Educación Permanente en el que da clases en Tarifa, las posibilidades que para los emprendedores de las zonas afectadas tiene la Rugulopteryx okamurae.
Para Vegara, el subproducto marino de los arribazones de algas puede suponer una salida de trabajo con las aplicaciones que en industrias como la cosmética pueden tener. Hace diez años, en Bolonia surgía un proyecto de la mano de tres antiguas alumnas, que fueron una suerte de vanguardia de otros que han surgido en la última década para aprovechar “las cien mil toneladas de alga invasora que hay entre las dos orillas”.
“Es muy difícil erradicarlas, por lo que lo que hay que hacer es convivir con ellas. No hay que cultivarlas, no hay que echarles insecticida, ni fertilizante, las regala el mar, y los pescadores están llegando cada vez con más”, ha explicado Vegara recientemente en las III Jornadas de Psicología, Ciencias de la Educación y Tecnología Campo de Gibraltar, celebradas en el Ayuntamiento de San Roque.
Lo que plantean Vegara y quienes trabajan con él es que la explotación comercial del producto, con base en estudios que señalaban la presencia en algas pardas de moléculas con dinámicas aplicables a la cosmética, pueda llegar a autofinanciar la eliminación de los arribazones a la costa. Otra cuestión es cómo frenar el desplazamiento o incluso eliminación de algunas especies autóctonas que se ha empezado a observar en las costas andaluzas. Ahí permanece la incógnita.
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