La respuesta alérgica consta de dos fases. “La etapa inicial es la de sensibilización o formación de anticuerpos y se produce a lo largo de la primera o primeras tomas de contacto del organismo con el agente extraño o alérgeno. Éste es capturado por las células del sistema inmune que lo metabolizan y lo fragmentan”, explica el investigador.
Estos ‘trocitos’ se van uniendo a otros tipos celulares que participan en la defensa del cuerpo: primero, a los linfocitos T que, a su vez, reclutan a los linfocitos B y los mastocitos. Según el investigador, son los linfocitos B los que se transforman en células plasmáticas capaces de generar anticuerpos muy especializados llamados inmunoglobulinas, o IgE, que reconocen al alérgeno y se instalan en la superficie de los mastocitos.
Tras esta fase de sensibilización, se desarrolla la etapa efectora. En ella, los anticuerpos y los alérgenos se unen y, fruto de esa alianza, se liberan una serie de moléculas que estaban acumuladas en el interior de los mastocitos. “Estas sustancias incluyen, entre otras, las histaminas que, ya libres, y por la acción de diversos mecanismos, producen las inflamaciones que provocan los síntomas conocidos por todos”, continúa.
El experto se refiere, de esta forma, al lagrimeo, producción de moco, estornudos, picor o inflamación de las mucosas y bronquios que padecen las personas alérgicas y que pueden desencadenar rinitis, sinusitis, conjuntivitis e incluso asma o choque anafiláctico, una reacción alérgica generalizada que, según el experto, puede tener consecuencias mortales.
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