07 de junio de 2017

Michael Hoskin: el intérprete del código pétreo y celestial de la Prehistoria

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: Carolina Moya / Fundación Descubre

Asesoría científica: Michael Hoskin, catedrático emérito de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge

Los trabajos de este arqueoastrónomo, catedrático emérito de Historia y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Cambridge, han servido para que los dólmenes de Antequera, La Peña de los Enamorados y el paisaje kárstico de El Torcal se conviertan en Patrimonio Mundial de la UNESCO. Tras sus estudios de más de 3.000 tumbas megalíticas descubrió que, en el dolmen de Menga, los constructores se alejaron del patrón tradicional, que orienta su puerta al sol o la luna, y buscaron un objetivo terrestre. Una orientación que lo convierte en único. En su última visita a Antequera, el experto invitó a 25 miembros de su familia a “sentir” estas estructuras para poder comprender qué han significado en su vida.

Los trabajos del arqueoastrónomo Michael Hoskin han servido para sustentar el reconocimiento de la UNESCO

Los trabajos del arqueoastrónomo Michael Hoskin han servido para sustentar el reconocimiento de la UNESCO

“See the giant!” (Mira el gigante), dice un padre a su hijo mientras dibuja con el dedo la formación rocosa que vigila a Antequera (Málaga) y que emula una grandiosa cara, imponente desde que se divisa en la lejanía. Podría ser cualquier padre mostrando la silueta de La Peña de los Enamorados o “indio” como lo llaman los foráneos que circulan por la carretera A92. Sin embargo, esta vez el padre es Michael Hoskin (Londres, 1930), el científico cuyos trabajos han servido para que ese “gigante”, los dólmenes y el paisaje kárstico de El Torcal hayan alcanzado trascendencia internacional, con su declaración como Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Este profesor de la Universidad de Cambridge evidenció la singularidad de este dolmen de Antequera con el conocimiento y la autoridad de haber estudiado unos 3.000 a lo largo de su vida, recogidos gran parte en el libro Tumbas, templos y sus orientaciones: una nueva perspectiva sobre la Prehistoria del Mediterráneo (2001). “Menga debe ser el único dolmen de la Europa continental y el Mediterráneo que no fue construido con una orientación hacia el sol o la luna, sino hacia ese gigante que supone La Peña”, asevera.

Vista de La Peña de los Enamorados. Autor: Javier Pérez González. Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Vista de La Peña de los Enamorados. Autor: Javier Pérez González. Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Como a Hoskin, como a todos, a los pobladores de la zona en torno al 4000 a.n.e. debió imponerles tanto esa mole observadora del cielo que decidieron romper el patrón de construcción ¿Cómo llegó este profesor a esta conclusión?

Los dólmenes son tumbas colectivas que los clanes del Neolítico y de la Edad del Cobre utilizaban para honrar a sus difuntos. Sin embargo, van más allá  de una estructura arquitectónica, representan, según Hoskin, la cosmovisión de cada sociedad. Su construcción no era aleatoria, sino que se alzaban siguiendo unas orientaciones precisas, que implicaban conocimientos de astronomía.

Hombres y mujeres se afanaban en levantar sus cámaras funerarias, una vez asegurada y recogida la cosecha, en torno al mes de septiembre. Ese día de inicio de obras estudiaban su cielo para hacer coincidir la alineación de su monumento con el sol o algún otro objeto celestial.

De esta forma, los constructores del pasado legaron su cosmovisión al presente escrita en un código que perduraría a través del tiempo: la piedra y el cielo. Hoskin es arqueoastrónomo, el intérprete de esa particular escritura que utilizaron las sociedades que miraron a la cúpula celeste desde el inicio.

Una aventura que comenzó en Andalucía

Tras una brillante trayectoria científica, al jubilarse en 1988, Hoskin se embarcó en una ambiciosa aventura: medir y analizar los monumentos megalíticos de Europa occidental, el Mediterráneo y el norte de África. Según relata a iDescubre, todo comenzó cuando la catedrática de la Universidad de Granada, Margarita Orfila Pons, a quien llama cariñosamente Maiti, lo invitó a conocer Los Millares, cerca de Almería, para analizar los tholoi, un tipo de tumba circular. “Cuando medimos las orientaciones primero pensamos que podrían ser aleatorias. Luego descubrimos que todos miraban al este. Quedaba claro que cuando los constructores comenzaban una nueva tumba necesitaban seguir un patrón”.

Perfil de Michael Hoskin, desde el interior del dolmen de Menga

Perfil de Michael Hoskin, desde el interior del dolmen de Menga

Cuando finalizaron el trabajo en Los Millares, se trasladó con Maiti a la localidad de Montefrío, en Granada, donde existía un número similar de tumbas megalíticas, es decir, de piedra. Según Hoskin, aunque constituían dos sociedades totalmente independientes sus construcciones funerarias estaban orientadas aproximadamente al mismo punto cardinal. “¿Cómo era posible? Patrones idénticos en dos culturas y lugares distintos. Esta incógnita me llevó a explorar España, Portugal y otras partes de Europa, las islas del Mediterráneo y norte de África”, enumera.

Al profesor le resulta extraordinario que, cuando las sociedades de agricultores y ganaderos europeas se establecían en un lugar y aprendían agricultura, decidieran erigir tumbas de carácter comunal para sus difuntos y que todas siguieran el mismo criterio en las orientaciones que adoptaron en sus tumbas. “Es simplemente sorprendente. Es como si hubieran utilizado teléfonos móviles, hubieran organizado una videoconferencia y dijeran ¿Qué hacemos? Hagamos tumbas comunales”, enfatiza.

Además de elegir construcciones propias para sus enterramientos colectivos, los clanes prehistóricos utilizaban el cielo para dictar la orientación de sus tumbas. En el libro ‘El Centro Solar Michael Hoskin’, el experto relata el proceso de análisis que siguen los arqueoastrónomos. Éste comienza con la localización de dólmenes de un tipo, de los que se mide su orientación, es decir, la perspectiva celeste imaginaria de los cuerpos desde dentro cuando se mira hacia fuera a través de la entrada. A continuación, se examinan si esas direcciones siguen una pauta. Si la hay, si es hacia un objetivo terrestre o celeste. Si es el cosmos quien determina la orientación pueden ser el amanecer o el atardecer, el ascenso o descenso de una estrella o la luna en un momento del año.

Interior dolmen de Menga. Autor: Javier Pérez González. Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Interior dolmen de Menga. Autor: Javier Pérez González. Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Con esta metodología y su trabajo de medición en diferentes países, el experto llega a Antequera, donde encontró con un reto. “Mi primera visita a estos dólmenes marcó un hito en mis campañas”, reconoce.

En este enclave, cada uno de los tres dólmenes es único en su categoría dentro de la región inmediata y no resulta posible establecer un patrón de orientación. “El de Menga se orienta al noreste, muy al norte, donde el sol nunca se ve, y hacia a la Peña de los Enamorados. Es el único de los 3.000 que conozco que tiene un objetivo terrestre, no celestial”, destaca.

Precisamente, el hecho de haber estudiado esa ingente cantidad de construcciones, hace que este intérprete del código del pasado, fuese capaz de descubrir la rareza de este dolmen. Cuando se conocen los patrones de un lenguaje tan particular resulta fácil detectar aquel rasgo que difiere del mensaje común.

Al preguntarle si los constructores de este dolmen eran conscientes de su innovación, Hoskin bromea primero diciendo que se debería viajar al pasado para preguntarles. No obstante, añade: “Personalmente creo que sí. La Peña es considerada un sitio sagrado a lo largo de la historia”.

Viera y El Romeral

Junto a Menga, esa tumba que se dirige al «gigante» observador del cielo en lugar de mirar al cielo por sí misma, se sitúa otra construcción diferente: el dolmen de Viera. El profesor destaca que su diseño de construcción  se encuentra en escasas ocasiones, aunque su orientación sí resulta habitual: el sol en los equinoccios de marzo y septiembre.

El Romeral. Autor: Miguel Ángel Blanco de la Rubia . Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

El Romeral. Autor: Miguel Ángel Blanco de la Rubia . Archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Más alejado de los otros se encuentra El Romeral, una gran cámara de “falsa cúpula” con forma de colmena, de las que sólo existen 3 ó 4 tumbas similares en España y Portugal. “Su característica extraordinaria es que estos tholoi están formados por pequeñas piedras que pueden colapsar. Sin embargo, éste está en perfectas condiciones”, explica.

La bóveda de esta construcción y la cámara del dolmen de Menga se encuentran entre los espacios interiores más amplios del mundo. “Su tamaño es enorme”, asevera. Su orientación, dimensiones, diversidad y la interacción con elementos de la naturaleza como La Peña y El Torcal han constituido los argumentos para declararlos Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Sentir los dólmenes

Para Hoskin, la UNESCO sólo vino a refrendar lo que él ya sintió cuando conoció el sitio de Antequera por primera vez y lo que ha experimentado en sus múltiples visitas: su carácter único. Por eso, el pasado mes de abril, quiso hacer partícipes a 25 miembros de su familia -4 generaciones- del descubrimiento del que se siente más orgulloso. “Es necesario verlo para creerlo. Las pirámides de Egipto no son nada en comparación con los dólmenes”.

Durante su recorrido por el sitio, Hoskin transmitió a su propio clan su pasión por estas construcciones. “Pensé que podría ser una oportunidad ver estos dólmenes y apreciar por qué he empleado tanto tiempo midiéndolos. Ellos están viendo la razón de parte de mi vida. Pasando tiempo en los dólmenes, los sientes y los comprendes”, enfatiza.

El profesor Michael Hoskin, junto con 4 generaciones de su familia, en la puerta de El Romeral

El profesor Michael Hoskin, junto con 4 generaciones de su familia, en la puerta de El Romeral

Una labor de comprensión e investigación que convierten a Hoskin en un intérprete de excepción. Él  recoge el  legado y el mensaje de los pobladores de la Prehistoria y deja los suyos propios en el presente. Su legado permanece en ejemplos como el archivo fotográfico que donó en 2011 a Andalucía, depositado en el archivo del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. Una colección de 5.466 fotografías del norte de África, Europa occidental y algunas islas del Mediterráneo, sobre Megalitismo. Junto a esta documentación ofreció también parte de su biblioteca con 107 publicaciones científicas. Supone una muestra más del afán de este científico por compartir y divulgar su conocimiento.

Su mensaje llega en forma de reflexión: el esfuerzo colaborativo de hombres y mujeres al construir Menga. Se convirtió en el propósito común de todo el clan durante muchos años. Para él, resulta difícil alcanzar esta cooperación extraordinaria en la actualidad y, por ello, ofrece una enseñanza de las sociedades del pasado a las de hoy.

Así, este intérprete del particular código pétreo y cósmico de las sociedades neolíticas muestra el legado de los antepasados a sus parientes del presente y a toda la humanidad. Una herencia universal escrita con piedra y estrellas.


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