Todo lo que envejece cuando nos hacemos mayores
Informa: Luz Rodríguez / Fundación Descubre.
Asesoría científica: José Manuel Villalba Montoro, Lucía González, Manuel Ruiz-Adame Reina.
El envejecimiento mezcla procesos muy complejos. Afecta a las células, a los tejidos, al funcionamiento de los órganos… Así lo definen investigadores que se dedican a estudiar las diferentes alteraciones que se producen en el organismo cuando llega a esta etapa de la vida. Pero no sólo la investigación aborda el envejecimiento desde el punto de vista de la salud. El aumento de la longevidad y de la población de personas mayores hace que la comunidad científica busque respuestas a los interrogantes que se plantean, económica y socialmente, ante esta nueva situación. Uno de ellos es cómo vivir más y mejor.
El concepto envejecimiento activo fue promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2002, en el documento Envejecimiento activo: un marco político. En este informe ya se recogían los pilares de lo que hoy conocemos como envejecimiento activo (seguridad, participación y salud) y los diferentes aspectos a tener en cuenta en torno al mismo (económicos, sociales, psicológicos, etc.). Un concepto que en España se aborda posteriormente basándose en los mismos pilares y añadiendo un aspecto más: el aprendizaje a lo largo de la vida.
Según se recoge en otro informe a escala nacional, Un perfil de las personas mayores en España, 2017 Indicadores estadísticos básicos, elaborado por Envejecimiento en Red, plataforma del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS), a 1 de enero de 2016 se contabilizaban 8.657.705 personas mayores (65 y más años), un 18,4% sobre el total de la población. Y sigue creciendo en mayor medida la proporción de octogenarios: ahora representan el 6,0% y este grupo seguirá sumando individuos. Según la proyección del Instituto Nacional de Estadística, en 2066 habrá más de 14 millones de personas mayores, el 34,6% de la población.
En el resto del planeta, según datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud, la pauta de envejecimiento de la población es mucho más rápida que en el pasado. Para 2020, el número de personas de 60 años o más será superior al de niños menores de 5 años. En 2050, el 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos. Todos los países, por tanto, se enfrentan a retos importantes para garantizar que sus sistemas sanitarios y sociales estén preparados para afrontar ese cambio demográfico.
Pero, ¿qué es el envejecimiento? ¿Qué ocurre en el organismo cuando llega a las últimas décadas de la vida? ¿Qué mecanismos influyen en la longevidad? En la búsqueda de respuestas a estas preguntas trabaja José Manuel Villalba Montoro, catedrático e investigador del departamento de Biología Celular, Fisiología e Inmunología de la Universidad de Córdoba. “Cuando envejecemos se producen muchos cambios en múltiples facetas”, explica el profesor Villalba.
Es una larga lista. Hay cambios a nivel genético, de modo que el material genético se vuelve más inestable. “Acumulamos mutaciones tanto en los genes nucleares como sobre todo a nivel mitocondrial”. La mitocondria está considerada como el centro energético de la célula, es una estructura pequeña compuesta por dos membranas y una matriz. Las mitocondrias forman parte de las células eucariotas que son aquéllas que tienen un núcleo organizado con una envoltura celular (membrana) que lo aísla del resto de la célula. Forman parte de los tejidos de organismos multicelulares como los humanos y los animales. “Las mitocondrias tienen su propio material genético y a medida que vamos cumpliendo años ese material se hace menos fiel en su replicación y por eso se producen mutaciones”, añade. Hay más cambios a nivel celular, por ejemplo, en los cromosomas, concretamente en los telómeros. “Con el envejecimiento se van acortando y esto conduce a que la célula pueda tener una peor capacidad de división”, añade.
Las mitocondrias tienen un papel fundamental en el proceso de envejecimiento. Es el orgánulo donde se genera energía para todos los procesos vitales. De esta forma, las mitocondrias funcionan peor en las personas en edad avanzada. Esto tiene mucho que ver con el estrés oxidativo. “La mitocondria, para obtener esa energía, utiliza oxígeno de modo que cuando no funciona bien parte de ese oxígeno no se usa adecuadamente y se produce lo que conoce como especie reactiva de oxígeno o radicales libres”, explica José Manuel Villalba. Los radicales libres pueden dañar todo tipo de moléculas, el ADN, el material genético, las proteínas, los carbohidratos o los lípidos, que son muy sensibles al daño oxidativo. “Cuando hay un desequilibrio que provoca daños, eso es lo que se llama estrés oxidativo”, explica.
Pero el envejecimiento se traduce en más cambios. Se produce, por ejemplo, un agotamiento de la renovación de tejidos, que tienen una capacidad de renovación a lo largo de la vida más o menos limitada. Este proceso se observa muy bien en lo que ocurre con el tejido muscular cuando se va llegando a la vejez. “Los músculos no se renuevan fácilmente pero sí hay unas células, llamadas células satélite, para renovar fibras musculares cuando estas se pierden. Estas actúan muy bien en un individuo joven, pero en uno ya mayor la funcionalidad de las células satélites se va deteriorando”, añade este especialista. De esta manera se produce una pérdida de masa muscular que no se renueva y da lugar a un fenómeno denominado sarcopenia, la pérdida de masa y potencia muscular debida al envejecimiento. Otro marcador de esta etapa de la vida es la pérdida de comunicación entre las células, debido a que se produce una alteración del sistema de comunicación celular.
Todos estos cambios y alteraciones hacen que sea muy difícil desarrollar tratamientos para actuar contra el envejecimiento. “Es difícil encontrar una única raíz para entender el proceso de envejecer”, comenta el experto.
¿Comer menos para vivir más?
El envejecimiento se considera como algo inexorable, pero se puede actuar sobre él “porque tiene flexibilidad”. Para José Manuel Villalba, “podemos no sólo alargar los años de vida, sino conseguir que lleguemos a nuestros últimos años en unas condiciones lo más óptimas posible”. Mucho de lo que se sabe sobre la longevidad proviene del campo de las investigaciones relacionadas con las intervenciones nutricionales. Es en este campo donde se desarrolla la labor investigadora del profesor Villalba y su equipo. “La restricción calórica (RC) ha sido la intervención que ha dado más juego a la hora de identificar dónde se puede actuar para ralentizar el envejecimiento y aumentar lo que se llama el envejecimiento saludable”. Actualmente, se estudia en modelos de animales, concretamente, en ratones. Es la investigación en este campo lo que está permitiendo identificar cuáles son los procesos moleculares que tienen un impacto mayor sobre la longevidad. “Sabiendo qué alteraciones se han producido en los animales sometidos a restricción calórica podemos conocer qué rutas son más importantes que otras”. Y hace una aclaración: “no se puede confundir restricción calórica con dejar de comer. Se trata de una disminución de la ingesta de calorías, pero sin malnutrición”.
En sus investigaciones, llevadas a cabo en colaboración con varias instituciones nacionales e internacionales, han detectados factores celulares que facilitan un envejecimiento más saludable. Uno de esos factores se localiza en las mitocondrias, un orgánulo encargado, entre otras funciones, de metabolizar las grasas. Los animales en restricción calórica empleaban en mayor porcentaje las grasas como fuentes de energía, en vez de los carbohidratos, usados en mayor ratio por los que comían a voluntad. Por eso, el estudio afirma que una de las claves de una senectud exitosa es tener una mitocondria saludable. Ingerir menos calorías es una poderosa forma de retrasar las patologías asociadas al envejecimiento, como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. Restringir calorías no es sino una forma de generar un estrés al organismo, pero si no se llega a la malnutrición es una tensión soportable que activa mecanismos de defensa que, a la larga, protegen las células.
Desde la farmacología se están buscando moléculas que activen esas mismas rutas y que retrasen el proceso de envejecimiento, como el resveratrol, un antioxidante que se encuentra en varias plantas y especialmente en la piel de las uvas rojas, las grosellas, las moras y los cacahuetes.
Entre los antioxidantes que produce el organismo destaca la coenzima Q10. Es una molécula que está en todos los organismos que respiran oxígeno. Es esencial para la vida, necesaria para que las células respiren. Actúa en las mitocondrias y es uno de los elementos de la cadena de transporte mitocondrial. “Necesitamos coenzima Q para poder utilizar oxígeno y producir ATP (trifosfato de adenosina, del inglés adenosinetriphosphate), un nucleótido fundamental en la obtención de energía celular para nuestro metabolismo”, detalla este experto en biología celular. El ATP da a las células el 95% del total de la energía que se necesita para realizar las funciones vitales. Las mitocondrias necesitan la coenzima Q-10, que actúa como detonante de las funciones mitocondriales. “Pero la Q-10, también conocida como ubiquinona, no sólo es esencial para la respiración sino que tiene, además, capacidad antioxidante. No sólo está en la mitocondria, también está en el resto de las membranas de la célula. Tiene una misión muy importante, impedir la oxidación de estas membranas, así como de las lipoproteínas del plasma sanguíneo, como las que transportan el colesterol”.
Esta coenzima la produce el organismo pero también se encuentra en algunos alimentos como las espinacas, las vísceras animales (sobre todo, corazón, hígado y riñones), las sardinas, la caballa, el atún, el aceite de soja, las hortalizas de la familia de las coles, los cacahuetes, algunos mariscos, etc.
Investigar para vivir más y mejor. Como dice la OMS, “la ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no solo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto. En esos años de vida adicionales se pueden emprender nuevas actividades, como continuar los estudios, iniciar una nueva profesión o retomar antiguas aficiones. Además, las personas mayores contribuyen de muchos modos a sus familias y comunidades. Sin embargo, el alcance de esas oportunidades y contribuciones depende en gran medida de un factor: la salud”.
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