02 de mayo de 2016

Sobre la libertad de expresión y el derecho a la información

Fotografía ilustrativa de la noticia

“Dadme la libertad de conocer, de expresar, de discutir libremente, de acuerdo con mi conciencia, por encima de todas las libertades”, John Milton, ‘Aeropagítica’, 1644.

En 1993 se proclamó el 3 de mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La elección de esta fecha coincide con el final de la reunión en Namibia de los principales responsables de medios de comunicación africanos que realizaran un manifiesto a la búsqueda de una prensa africana plural e independiente. En esta Declaración, conocida como de Windhoek, se recogerán los principios de la Libertad de Prensa. Una libertad que se sustenta en el derecho fundamental del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En él se unen la libertad de expresión y el derecho a la información. Pero no siempre ha sido así.

Las libertades en la historia

La libertad de expresión y de información ha tenido un lento y tenso caminar a lo largo de la historia. Encontrar su origen, tal y como las entendemos en la actualidad, es una tarea complicada y no exenta de multitud de interpretaciones. Una de sus primeras manifestaciones se encuentra en las Repúblicas antiguas que se aproximan más a la idea de libertad que la de los imperios antiguos donde existía mayor coacción. Tanto en la Republica ateniense como en la romana, la libertad de los ciudadanos libres políticamente (excluidos extranjeros, esclavos y no ciudadanos) facilitó un sistema de expresión e información más fluido que en los imperios. De la oración fúnebre de Pericles a los caídos en la guerra de Esparta se recoge que la Libertad (Eleuzeria) consiste en la participación en la vida de la ciudad y se ejerce mediante la sinceridad en las discusiones . Esto es Parrhesia o libertad de expresión como virtud de los hombres libres. Pero esta virtud o libertad de expresión tenía también sus límites; limites a la crítica de los dioses o impiedad, límites a la crítica de la política injuriosa, limites en la vida privada y limite en las manifestaciones que pudieran corromper a la juventud. Como vemos, en estas incipientes propuestas de libertades de expresión e información ya se imponían limites o censuras muy reconocibles en la actualidad.

Foto de Pedro Farias Battle

Pedro Farias Battle

Las censuras, entonces y en adelante, se entenderán como ‘límites razonables’ a la Libertad y no como algo opuesto, es decir, la censura se reconocía como algo inseparable a la libertad de expresión. Con el paso del tiempo el espíritu de la Libertad irá cediendo progresivamente en aras de la seguridad frente a los imperios y los poderosos. Y no será hasta la llegada de la Ilustración cuando comience a germinar el concepto de la tolerancia, que potenciara de nuevo ese espíritu de libertad, bajo la premisa de que la verdad absoluta no existe. Voltaire acuñará entonces su famosa frase: «No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo».

La llegada de la Revolución inglesa y la República de Cromwell nos trae la coincidencia en el tiempo de pensadores como Newton, Locke y sobre todo John Milton, que tanto harán por la reflexión acerca de las libertades del individuo. Milton sentará las bases de nuestro concepto moderno de las libertades de expresión y de información defendiendo apasionadamente ante el Parlamento británico que la Libertad de información está por encima del resto de las libertades; que exige difusión; que la difusión de opiniones sirve a la verdad y exige tolerancia; y que el gobierno no debe interferir la libre difusión ni la iglesia buscar su apoyo para limitarla.

Las tecnologías y su papel actual

Desde entonces los grandes avances en materia de libertad de expresión e información se han producido gracias a las innovaciones tecnológicas. Pero todo gran avance se ha visto siempre acompañado de un intento de control de los contenidos y de los medios. Avanzar dos pasos para retroceder uno en el lento caminar de las libertades.

La imprenta trajo consigo la posibilidad de difundir ideas y opiniones, pero también un amplio abanico de censuras para limitar su alcance. Bajo la idea de que ‘la información es poder’, se establecieron medidas para controlarla pasando por encima del valor de la información como elemento de libertad para el individuo.

Telégrafo

Con la llegada del telégrafo, aparecieron las primeras agencias de información mundial e impulsaron el conocimiento sobre lo que ocurría en el mundo. Pero también aumento la necesidad de control gubernamental. Con la llegada de la radio y la televisión, el alcance de la información se multiplicó exponencialmente llegando a la mayoría de los hogares, pero también lo hizo la necesidad de limitar el número de emisoras y someterlas a control mediante su financiación o propiedad.

Ha sido con la llegada de Internet cuando el alcance global de la información ha permitido crear una sociedad potencialmente informada. De momento sólo ‘potencialmente’ porque una vez más aparecen nuevas formas de censura. Censura mediante la aprobación de leyes y normas y el control de las empresas o corporaciones que difunden o facilitan la difusión de esas informaciones. Y esto se hace, como siempre, en aras de la seguridad o de determinados valores sociales. La necesidad de control sigue presente aunque la información a nuestro alcance es mayor. La libertad de información se encuentra bajo vigilancia y se controlan los datos, se controla a los internautas y se controlan los contenidos que deberían circular libremente por el ciberespacio. Y todo de forma supranacional, sin que prácticamente ningún tribunal pueda impedirlo. Esto nos da una idea de la fragilidad de los pilares sobre los que se sustentan estas libertades fundamentales de nuestro estado de derecho. 

¿Y los medios, el periodista y la información?

La llegada de internet ha supuesto también cambios en la manera en como recibimos la información, en el tipo de información, en los profesionales que la elaboran y en los medios que la distribuyen. El acceso a las nuevas tecnologías y la gratuidad han cambiado los hábitos de consumo de información. Nos encontramos en plena reconversión que se ha visto acelerada por la crisis económica global, y no generada por esta. Asistimos a un cambio de la industria y de las rutinas profesionales, como tantos a lo largo de la historia, propiciado por un avance tecnológico. Pero no de la necesaria función social de la información.

Nuevas herramientas para periodistas

Los medios no supieron adaptarse con la rapidez necesaria y el ciudadano optó por alternativas gratuitas alejadas del control profesional, saciando sus necesidades informativas con otras fórmulas emergentes que cubrían las necesidades de inmediatez, agilidad, interactividad y transparencia que demandaban nuevas generaciones. El ciudadano sigue necesitando información que aporte conocimiento y reducir incertidumbres. Pero el conocimiento es estructurado, jerárquico y complejo, frente a la información de las nuevas fórmulas informativas que es cada vez más plana y poco profunda, sin lugar a razonamientos complejos que trasladen las causas de las cosas en lugar de las cosas en sí mismas. La ‘banalización informativa’ hace que al ciudadano le cueste saber realmente lo que ocurre. Y los profesionales no han modificado su papel como selectores de informaciones y garantes de la credibilidad.

Hay quien afirma que en la sociedad de la información estamos peor informados, porque la sobreabundancia en lugar de mayor selección, está produciendo confusión y banalidad. Y además sigue vigilada, censurada o autocensurada, cuando no controlada. Y cuando se silencia una información, a un periodista o se censura o cierra un medio de comunicación, las víctimas somos los ciudadanos. Por eso es necesario, hoy más que nunca, seguir luchando por garantizar las libertades mientras las ejercemos de forma responsable.


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