África Occidental. Guinea Conakry. Poblado de Meliandou. El 6 de diciembre de 2013, un niño de 2 años de edad fallecía, presumiblemente, a causa del virus del Ébola. Era el paciente cero del actual brote de esta enfermedad, ocasionado además de en Guinea, en Liberia y Sierra Leona, cuyo origen está en los murciélagos frugívoros –o murciélagos de la fruta-, especies que actúan como reservorios naturales del virus. Es decir, organismos donde éste se aloja y permanece vivo durante mucho tiempo sin matar al animal que lo alberga, en este caso, el murciélago.
A partir de este niño, otros miembros de su familia contrajeron la enfermedad hasta que, en febrero de 2014, el virus se propagó entre personas de otras localidades limítrofes. Y de ahí a los datos que conocemos en la actualidad, 21.100 afectados y más de 8.300 fallecidos desde el año 2013 en esos tres países, según un informe del 7 de enero de 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Aún hoy, se desconocen las causas de la muerte del pequeño que pudo deberse a una mordedura del animal o a la ingesta de fruta contaminada por orina o heces del murciélago. Lo que está claro, tal y como destaca la OMS, es que el virus es transmitido al ser humano por animales silvestres y se propaga en las poblaciones humanas por contagio entre personas.
Hasta hace muy poco se pensaba que la enfermedad del Ébola tenía su origen en los primates no humanos (monos, chimpancé, gorilas). Sin embargo, tras identificar al paciente cero, las investigaciones realizadas por expertos en enfermedades infecciosas demostraron que estos animales, al igual que los seres humanos, sólo eran huéspedes accidentales que terminaban muriendo. Se descartaba, por lo tanto, que fueran reservorio natural.
De animal a persona.
Los primates no humanos, antílopes y puercoespines continúan siendo, no obstante, una de las principales fuentes de infección por la cual el virus llega al hombre. Así lo explica a la revista i+Descubre Anselmo Perea, catedrático de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba:
“La manipulación de carne de selva es habitual en la cultura africana. Se matan gorilas, chimpancés o monos para vender su carne o como alimento de los propios cazadores. Es más, también se comercializa con animales que son encontrados muertos en el bosque que pueden haber fallecido por la acción del virus del Ébola”.
De este modo, la forma de introducir el virus en la población humana es tan sencilla como “entrar en contacto con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de estos animales infectados”, afirma Perea.
El paso de persona a persona se produce de varias formas. Una de ellas es el contacto directo con las secreciones y fluidos corporales del enfermo: saliva, sangre, orina, heces, lágrimas, sudor o semen. Concretamente en el caso de este último, el organismo sanitario mundial señala que los hombres pueden seguir transmitiendo el virus por esta vía hasta siete semanas después de haber superado la enfermedad.
Esta relación estrecha con el paciente también se hace evidente en una de las manifestaciones culturales más arraigadas en el continente africano: los ritos funerarios. “La inhumación de cadáveres es una ceremonia durante la cual el cortejo fúnebre está en permanente contacto con el cuerpo de la persona mediante caricias, besos…”, comenta el investigador.
El contagio también se produce en hospitales a través de la manipulación directa de material sanitario (agujas, jeringas) contaminado. En este sentido, en la mayoría de centros de salud de Guinea, Sierra Leona y Liberia, los recursos para atender a los pacientes son muy limitados. “No hay que olvidar que son países devastados por guerras tribales con lo cual ni el personal médico ni los hospitales cuentan con el instrumental necesario básico como son mascarillas, batas o guantes”, sostiene.
Y añade: “Las agujas no son desechables. Si están contaminadas y se reutilizan, la propagación es muy rápida”.
Por otra parte, la evidencia científica ha descartado la vía aérea como forma de contagio lo que, a diferencia del virus de la gripe, por ejemplo, limita la capacidad de expansión del Ébola.
Opciones de curación
Ante un brote como el del Ébola, es lógico preguntarse si existe algún tratamiento específico. “Para la fiebre hemorrágica por filovirus no hay ninguno ya que no se han desarrollado terapias antivirales efectivas”, comenta el experto.
En los pacientes afectados por la enfermedad se recomienda una terapia de mantenimiento general basada en la flluidoterapia, es decir, la administración de líquidos para mantener el volumen total de sangre en el cuero (volemia), la presión sanguínea, la oxigenación y el equilibrio electrolítico. También se realizan tratamientos terapéuticos para paliar las complicaciones derivadas de la infección.
Sí hay tratamientos experimentales como ZMapp, un suero – cóctel de tres anticuerpos obtenidos en plantas de tabaco transgénicas- que se unen al virus de tal modo que son capaces de neutralizarlo. El suero fue probado con éxito en un médico y una voluntaria estadounidenses afectados por la enfermedad en agosto del año pasado.
O, en el caso de Teresa Romero, la auxiliar de enfermería española que consiguió vencer al Ébola, la transfusión de sangre (plasma) de una religiosa superviviente de la enfermedad. De esta forma se consigue aprovechar las defensas generadas en la sangre de los pacientes curados
A falta de un tratamiento eficaz, los expertos afirman que las medidas de carácter preventivo juegan un papel fundamental en la propagación de la enfermedad. “Lo ideal sería conseguir una vacuna suficientemente inmunógena –que pueda provocar una respuesta del organismo inmune- para contrarrestar la infección”, indica el catedrático de Veterinaria.
En este sentido, -continúa-, se está ensayando una vacuna experimental que ofrece datos prometedores: es segura en humanos voluntarios sanos y ha conseguido que estos desarrollen una fuerte respuesta inmune contra el virus.
“Este ensayo ha confirmado que no existen efectos secundarios y también muestra que todos los participantes desarrollaron anticuerpos contra el virus. Estos hechos ya habían sido observados en monos a los que esta vacuna consiguió proteger del contagio. Ahora está por ver si la respuesta inmune registrada en los voluntarios es suficiente como para frenar el contagio en humanos”, afirma.
Prevención a escala
Las actuaciones de prevención son decisivas para evitar la propagación de la enfermedad. A varios niveles. Sin perder de vista la perspectiva africana y ante la imposibilidad de controlar la infección en animales salvajes (murciélagos, monos…), el siguiente ‘escalón’ se centra en la disminución del riesgo de contagio humano. En ello, afirman los investigadores, juega un papel decisivo la información, la educación y el establecimiento de mecanismos de difusión de mensajes a la población sobre las características de la enfermedad.
Como explica el catedrático Perea: “Las limitaciones culturales y socioeconómicas están presentes. Por ejemplo, hay que intentar disminuir el contacto con animales salvajes, pero los murciélagos están muy cerca de las aldeas. Hay una serie de factores que complican la eficacia de la prevención pero que no impiden que se vaya avanzando en la concienciación de los ciudadanos”.
Finalmente, el tercer nivel de prevención nos sitúa en el ámbito hospitalario. El aislamiento de enfermos o sospechosos, el uso de equipos de protección (mascarilla, guantes, gafas, bata…), la utilización de material desechable (agujas, jeringuillas) y la adopción de medidas higiénicas (lavarse las manos con regularidad) son parte del protocolo a seguir para garantizar el control de una enfermedad que, en caso contrario, podría continuar expandiéndose sin atender a fronteras o nacionalidades.
La gran familia
El virus del Ébola se detectó por vez primera en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Sudán y República Democrática del Congo. Su nombre procede del río –Ébola- próximo a una de las aldeas donde aparece la enfermedad. El virus del Ébola pertenece a la familia de los Filovirus, llamados así por su forma alargada o filamentosa. Dentro del género Ebolavirus, hay cinco variedades o subespecies, cada una con una tasa de letalidad en humanos, siendo la más dañina, según la OMS, el Ebolavirus Zaire, cepa causante del brote actual. Las otras cuatro especies son: Ebolavirus Taï Forest, Ebolavirus Reston, Ebolavirus Sudán y Ebolavirus Bundibugyo.
Los Ebolavirus son virus ARN, es decir, su material genético está formado por Ácido Ribonucleico. La característica principal de este tipo de virus es su facilidad para modificar su propia estructura. El virus cambia. No siempre es el mismo. De ahí procede su virulencia ya que es capaz de ‘engañar’ al organismo humano en el que se aloja el cual no puede reconocer que hay un elemento invasor. Además, su propia simplicidad (el Ébola sólo tiene siete genes frente a los 20.000 o 25.000 del ser humano) hace que también cuente con menos puntos de ataque.
También te puede interesar...
Ver todasSuscríbete a nuestra newsletter
y recibe el mejor contenido de i+Descubre directo a tu email