«Espera lo mejor, prepárate para lo peor y acepta lo que venga», reza un antiguo proverbio inglés. Una máxima que resume muy bien el punto de vista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con respecto a la actual epidemia del coronavirus SARS-CoV-2. Sus expertos sostienen que aún no se puede hablar de pandemia, que más bien estamos ante múltiples epidemias en distintos lugares del mundo causadas por un virus que no provoca enfermedad grave ni muertes a gran escala. Pero, paralelamente, instan a que nos organicemos por si la situación empeora.
«Todos los países deben estar preparados para detectar casos de Covid-19 -que es como se llama oficialmente la enfermedad- de manera temprana, aislar pacientes, rastrear contactos, brindar atención clínica de calidad, prevenir brotes hospitalarios y prevenir la transmisión comunitaria», exhortaba hace escasos días el director de la OMS, Tedros Adhanom. Quien también explicó que, además de batallar para frenar un virus y salvar vidas, estamos inmersos «en una lucha para contener el daño social y económico que podría causar una pandemia global”.
Todo comienza en China
Pero empecemos por el principio. Todo arranca el 31 de diciembre de 2019. Estábamos a punto de cerrar un año bastante tranquilo desde el punto de vista epidemiológico cuando la OMS recibió una llamada inquietante. China le informaba de varios casos de neumonía causados por un nuevo coronavirus en la ciudad de Wuhan. Un día después, las autoridades sanitarias de China cerraron el mercado mayorista de mariscos Huanan tras descubrir que los animales salvajes vendidos allí podían ser la fuente del virus. Y el 11 de enero se hacía público el primer fallecido por culpa del coronavirus.
Mes y medio más tarde, el mundo entero anda en jaque con el nuevo patógeno. Hay casos fuera de China en Tailandia, Japón, Corea, Vietnam, Francia, Arabia Saudita, Australia, India, Nepal, Irak, Italia, Estados Unidos, España… En total, más de 70 países. Admitámoslo: resulta tremendamente difícil ponerle barreras al patógeno, que se propaga como la pólvora.
Con todo y con eso, la OMS sigue pidiendo que mantengamos la calma. Porque, en la mayoría de los casos, los síntomas del Covid-19 no dejan de ser los mismos que en un resfriado leve: fiebre, tos seca y dificultad para respirar, que remiten solos. Y también porque, según sus últimas indagaciones en China, la epidemia alcanzó su punto máximo entre el 23 de enero y el 2 de febrero, y ha estado disminuyendo constantemente desde entonces.
Ni siquiera el brote que sacude a Italia y que ya ha saltado a España cambia las cosas. La OMS insiste en que lo único que podemos hacer a nivel individual es llevar a rajatabla una serie de medidas preventivas básicas que evitan el contagio. Entre las que destacan dos: «el lavado de manos de forma frecuente (con agua y jabón o con soluciones hidroalcohólicas) y mantener distancia de al menos un metro de personas con infección respiratoria aguda», cuenta a la Fundación Descubre Isabel Viciana Ramos, microbióloga del Hospital Virgen de la Victoria de Málaga. «Es lo único sensato y prudente», recalca.
Y añade que el uso de mascarillas solo está recomendado en personas que tosen y estornudan para evitar propagar el virus, o en personas sanas que van a atender a una persona enferma. No tiene por tanto ningún sentido ir por la calle con la boca y la nariz cubiertas.
Lo peligroso es la informademia
Lo que tanto a la OMS como a Viciana les preocupa seriamente a estas alturas es la informademia. Es decir, el daño que puede hacer la sobreabundancia de información que, en demasiados casos, no es precisa y acaba por desinformar. «Es verdad que la mejor vacuna que existe es la información, y que leer información contrastada y fiable, así como saber esquivar las fakenews, nos evita entrar en estados de miedo y pánico colectivo», resalta Joan Carles March, profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP). «Los bulos sobre el coronavirus se expanden más rápido que la propia epidemia».
Esta visión la comparte también Aurelio Moraleda, del Departamento de Microbiología de la Universidad de Granada. A su entender, el problema es que «en el momento actual parece concederse más importancia a la inmediatez en la comunicación de la noticia que a la veracidad de la misma». «Resulta más importante comunicar un dato o una sospecha (sobre todo, cuanto más alarmantes y llamativos sean –número de infectados, número de muertos, origen de la enfermedad-), que contrastar esa información», critica el investigador.
«Es cierto que la cifra de muertes puede resultar alarmante, pero resulta necesario relativizarla al número de afectados», subraya Moraleda. Porque al hacerlo se comprueba que el índice de mortalidad es similar o incluso inferior al de otras enfermedades virales «a las que la sociedad se ha ‘habituado’, con las que llevamos conviviendo numerosos años y para algunas de las cuales se han desarrollado armas para tratar de combatirlas».
Las armas contra el coronavirus no tardarán en llegar. El proceso será rápido porque llamarle «nuevo» al coronavirus que nos trae de cabeza no es del todo exacto. Sobre todo porque es pariente cercano de los patógenos causantes del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). «Los datos disponibles sobre la información genética y la organización estructural de esos otros dos coronavirus pueden ser aplicados para combatir la situación actual», nos aclara Moraleda. «Por un lado, para conseguir una rápida y correcta identificación de las personas portadoras del virus; por otra parte, para optimizar el tratamiento de las personas ya infectadas; y, finalmente, para tratar de desarrollar una vacuna eficaz», añade. Es una suerte no partir de cero.
Vacunas frente a los bulos
A vacunarnos frente a los bulos podemos empezar ya. Joan Carles March propone tres pautas: ser críticos, identificar la fuente y no reenviar nada sobre este asunto de forma automática. «Es verdad que la mejor vacuna es la información, y concretamente la buena información», insiste. «Leer información contrastada y fiable, así como saber esquivar las fakenews nos va a poder evitar entrar en estado de miedo y pánico colectivo». De hecho, en su opinión el COVID19 es la primera «informademia» real de las Redes Sociales.
La propia OMS ha puesto en marcha una web dedicada a desmentir falsos rumores, como que el coronavirus puede transmitirse a través de picaduras de mosquitos, que lavarse las manos con orina infantil evita el contagio o que puede llegar hasta 8 metros de distancia de un infectado que tose o estornuda.
No hay que olvidar que, en general, «una de cada tres noticias de salud que se difunden en Internet resultan ser falsas», subraya March. ¿Cómo reconocerlas? Este docente y comunicador del campo de la salud recomienda «desconfiar de informaciones que no procedan de fuentes oficiales o institucionales, o que no cuenten con la colaboración y el respaldo de profesionales sanitarios identificables y con experiencia».
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