El estudio y la conservación del patrimonio histórico requieren de la acción de distintos ámbitos del conocimiento para obtener resultados. De este modo, son diversas las disciplinas científicas que aportan sus metodologías de investigación con el objetivo de interpretar restos arqueológicos o proteger obras arquitectónicas procedentes de civilizaciones pasadas. En esta labor, preservar la historia, la Química juega un papel fundamental a la hora de conocer las propiedades de los materiales de construcción utilizados en edificios antiguos o idear las fórmulas más precisas que garanticen su cuidado a lo largo del tiempo.
El grupo Química Inorgánica de la Universidad de Córdoba ha desarrollado un nuevo material de restauración que permite disminuir el coste económico asociado a la recuperación de monumentos históricos. Luis Sánchez Granados, catedrático de Química Inorgánica y miembro del equipo responsable de esta investigación, desvela que una de las claves en el diseño de este producto fue la incorporación de un, hasta entonces, ignorado aditivo: el óxido de hierro -elemento natural de color rojo normalmente utilizado como pigmento en pinturas o cerámicas-. “Es mucho más barato que el resto de los compuestos que se utilizan actualmente en los procesos de conservación del patrimonio”, destaca el experto.
De este modo, los materiales empleados habitualmente en los procesos de restauración están constituidos de óxido de titanio, elemento de fabricación industrial que se obtiene de la ilmenita, un mineral que se suele encontrar en la arena de ríos y mares y cuya extracción, apuntan los expertos, resulta más costoso. “En contraste con éste, el óxido de hierro puede obtenerse a partir de forma sencilla de residuos industriales –procedentes, en general, de la industria del acero o del granito-, lo que abarata aún más su precio”, explica.
Fachadas ‘inteligentes’
En su labor por preservar la historia, el nuevo material desarrollado por los especialistas también permite a las fachadas de los edificios históricos convertirse en superficies ‘inteligentes’ capaces de auto-limpiarse por sí solas. “Otra de las grandes ventajas del óxido de hierro como aditivo para la elaboración de materiales empleados para la restauración es que incorpora mejores propiedades de auto-limpieza en aquellos lugares donde se aplica”, subraya.
En concreto, estas propiedades están relacionadas con la degradación de los restos de materia orgánica que se generan con el tiempo, como el moho -hongos que surgen por la presencia de humedad- o los líquenes -organismos que surgen de la interacción entre hongos y algas-. “Esta ‘microflora’ crece en los muros, origina manchas y puede deteriorar la estructura de los edificios arquitectónicos en los que crece. Por este motivo son tan importantes estos sistemas de limpieza que la degradan y hacen desaparecer”, añade.
El sol, principal aliado
Este efecto ‘auto-limpiante’ es un proceso inducido por el sol, es decir, una reacción química en los materiales utilizados para la restauración producida por las propiedades procedentes de la propia luz solar. “En el caso del óxido de titanio, éste sólo aprovecha entre un cuatro y un cinco por ciento de esta luz en la limpieza del material”, detalla el experto. Y añade: “El nuevo material, por su parte, aprovecha entre un 40 y un 50 por ciento”.
“Otra ventaja añadida a es el color del óxido de hierro –en nuestro caso el rojo intenso- que mezclado con arena puede conseguir tonalidades marrones”, señala Sánchez Granados. De esta forma, para los expertos, esta cualidad ofrece más facilidades cuando se trata de cubrir fachadas o partes especialmente visibles en monumentos y construcciones de valor histórico.
Este nuevo material, indican los investigadores, ya ha terminado su fase de experimentación en el laboratorio y se encuentra plenamente disponible para ser utilizado en la conservación de edificios patrimoniales. “Existen diversas entidades -públicas y privadas- que se han interesado en conocer su funcionamiento”, matiza.
Aunar esfuerzos científicos
Además de conservar el patrimonio histórico, los conocimientos químicos pueden ayudar de otras formas a la investigación de la Historia. “Aunque parezca que los materiales de construcción son sólo estructuras sólidas e inertes siempre están de alguna manera vivos”, comenta el investigador. Es decir, interaccionan con la humedad, el aire y otros factores ambientales –agua o viento- originando una serie de ‘pistas’ en sus paredes en forma de residuos que almacenan información de hace cientos de años sobre las patologías –motivos de la degradación- o el origen de las piedras con las que los monumentos fueron construidos. “Al final siempre es necesario que exista cierta sinergia entre los distintos ámbitos de investigación para conseguir mejores resultados”, concluye el experto.
De esta forma, Luis Sánchez Granados ha aportado sus conocimientos en Química inorgánica en diversos estudios sobre la restauración de edificios históricos como el Museo de Julio Romero de Torres (Córdoba), la Fortaleza de la Mota (Alcalá la Real, Jaén) o la Iglesia de San Lorenzo (Córdoba) entre otros, demostrando así, una vez más, el importante papel que la Química puede jugar en el conocimiento y conservación de la historia.
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