Las garrapatas ya chupaban sangre de dinosaurios hace 100 millones de años
Un equipo de investigadores españoles ha descubierto en una pieza de ámbar de Birmania una garrapata fósil de unos 100 millones de años de antigüedad que chupaba la sangre a los dinosaurios terópodos con plumas. El nuevo trabajo revela la primera evidencia directa de la relación de parasitismo entre ácaros y dinosaurios con plumas, algunos de los cuales evolucionaron hacia el linaje de las aves modernas a finales del Cretácico.
Científicos de varios centros españoles, liderados por el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y con participación de la Universidad de Barcelona (UB), entre otros, han analizado una pieza de ámbar hallada en Birmania que contenía un ejemplar de Cornupalpatum burmanicum, una especie ya extinta de garrapata que vivió hace 100 millones de años, durante el Cretácico, y plumas que pertenecían a dinosaurios terópodos.
«Este descubrimiento es muy significativo porque es muy difícil encontrar fósiles de parásitos chupadores de sangre en asociación directa con los restos de su huésped. Además, este espécimen de parásito hematófago es el más antiguo conocido hasta ahora y testimonia la relación de parasitismo entre artrópodos y vertebrados», explica Xavier Delclòs, coautor del trabajo publicado en Nature Communications y profesor en el Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la UB.
Según Enrique Peñalver, del IGME, «las garrapatas son parásitos que chupan la sangre, y pueden afectar la salud de los seres humanos, el ganado, los animales domésticos y la fauna silvestre». Sin embargo, «hasta la actualidad no había evidencia científica sobre su papel a lo largo de la evolución».
Además, la corta vida de la compleja molécula de ADN ha hecho imposible recuperar el material genético del dinosaurio, lo que se lograría gracias a una sofisticada técnica que ha inspirado películas de éxito sobre el resurgimiento de los grandes protagonistas de la Era Secundaria en la Tierra.
El descubrimiento de plumas en el registro fósil no es frecuente, pero se han encontrado restos bien identificados en yacimientos de todo el mundo. «El registro fósil nos dice que las plumas como las que se han estudiado ya estaban presentes en una amplia gama de dinosaurios terópodos, un grupo que incluía desde formas terrestres sin capacidad de vuelo hasta dinosaurios parecidos a pájaros y capaces de volar», señala Ricardo Pérez de la Fuente, científico en el Oxford University Museum of Natural History (Reino Unido).
«A pesar de no poder saber con certeza a qué tipo de dinosaurio con plumas estaba parasitando la garrapata, la datación del ámbar birmano del Cretácico medio nos confirma que la pluma no pertenecía a las aves modernas, ya que estas aparecieron mucho más tarde en la evolución de los terópodos, de acuerdo con la evidencia fósil y molecular actual», continúa Pérez de la Fuente.
La garrapata terrible de Drácula
La pieza de ámbar birmano también escondía una garrapata hinchada de sangre –ocho veces mayor que los ejemplares sin sangre– que corresponde a una nueva especie, Deinocroton draculi. A diferencia de C. burmanicum, este ácaro fósil de la familia extinguida de garrapatas Deinocrotonidae no aparecía asociado directamente a su huésped.
«No ha sido posible determinar la composición de la sangre ingerida por esta garrapata hinchada. Desgraciadamente, el parásito no se sumergió completamente en la resina, y su contenido se alteró a causa de la deposición mineral», indica Delclòs.
Sin embargo, la aparición de restos de pelos especializados de larvas de escarabajos –en concreto, coleópteros derméstidos– adheridos a las patas de la nueva garrapata es un indicio indirecto que apunta a que el dinosaurio, la garrapata y el escarabajo debían de convivir donde los atrapó la resina, posiblemente dentro de un espacio reducido común.
«La captura simultánea de dos especies de garrapatas es un hecho extraordinario, y puede explicarse mejor si se considera que son organismos que comparten un hábitat común, tal como hacen algunos parásitos en la actualidad, que viven en el nido del huésped o bien en las proximidades», concluye David Grimaldi.
Las aves son el único linaje descendiente de los dinosaurios terópodos que sobrevivió a la extinción masiva de finales del Cretácico, mientras que hoy en día las garrapatas siguen parasitando y transmitiendo patógenos a diferentes seres vivos.
Referencia bibliográfica:
Enrique Peñalver et al. “The paper Ticks parasitised feathered dinosaurs as revealed by Cretaceous amber assemblages” Nature Communications 12 de diciembre de 2017
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