La puesta en marcha el pasado mes de septiembre en el entorno de Doñana de los primeros sondeos del proyecto Marisma Occidental, uno de los cuatro subproyectos que conforman Marismas, el plan de explotación del yacimiento de gas natural y su posterior utilización como almacén subterráneo de Gas Natural Fenosa, ha hecho saltar de nuevo las alarmas entre parte de la comunidad científica por los posibles riesgos de esta actividad, no sólo medioambientales, sino también por lo que pueda ocurrir bajo la superficie, en el subsuelo.
En el informe Riesgos sísmicos relacionados con el proyecto de almacenamiento subterráneo de gas en Doñana y su entorno, sus autores, los doctores en Ciencias Geológicas Miguel de las Doblas y Julio Barea, de la Universidad Complutense de Madrid, y José Manuel Cantó, doctor en la misma especialidad por la Universidad de Granada, califican el suroeste español de “polvorín sísmico”, una zona que ha sido azotada por los terremotos y tsunamis históricos más devastadores de la península.
Este documento tiene el objetivo concreto de dar a conocer el elevado riesgo sismotectónico que existe de forma natural en esta zona, que se puede ver agravado por la actividad humana en relación a la explotación subterránea de hidrocarburos. Para el geólogo y consultor internacional José Manuel Cantó, “nos encontramos, además, con un área que presenta una neotectónica muy activa, funcionando al día de hoy”.
En el entorno del Golfo de Cádiz existen tres zonas de subducción donde parte de la corteza oceánica de una placa tectónica se sumerge bajo otra placa de carácter continental y que se ‘juntan’ con una falla transformante (el borde de desplazamiento de una placa tectónica respecto a la otra). “Se trata de una situación sismotectónica altamente inestable y poco habitual -indica el experto- lo cual podría tener efectos devastadores sobre las poblaciones, las instalaciones de hidrocarburos y el medio ambiente, y provocar inundaciones, hundimientos, escapes de gas…”. Y añade que existen abundantes evidencias de terremotos y tsunamis recurrentes desde el cuaternario reciente hasta hoy en día. “Al menos se han producido veinte eventos en los últimos siete mil años que han trastocado completamente la evolución normal de este litoral”. El más reciente fue el de Lisboa en 1755 con una magnitud de 8,5 en la escala de Richter, con epicentro en el océano Atlántico y que provocó un maremoto que se cobró 2.200 vidas entre Cádiz y Huelva.
Sismicidad inducida
El informe es una “llamada de atención” sobre los riesgos que conllevan la activación y reactivación de estas fallas, sobre todo de las neotectónicas, como consecuencia de la inyección de gas. “Esto genera una actividad sísmica inducida, y es lo que ocurrió en el caso del proyecto Castor, un almacén subterráneo de gas en la costa de Tarragona y Castellón donde se produjeron numerosos seísmos derivados de esa actividad”, resalta este experto, gran conocedor de la geodinámica de la comarca onubense, ya que lleva más de cuatro décadas trabajando en este campo. La inyección y presión derivadas de esta actividad puede facilitar el paso del agua en fracturas (hidrosismicidad) y las variaciones de los niveles de aguas en la corteza terrestres también pueden activar terremotos y fallas sismogenéticas.
“No descubrimos algo nuevo ahora, este informe es el resultado de recopilar todos los trabajos sobre tectónica, geofísica (sísmica de reflexión, sedimentología, geomorfología…) por parte de autores que han trabajado e investigado en la zona”, añade el experto. “La información está absolutamente contrastada y es completamente fiable porque incluye estudios e investigaciones publicados en revistas internacionales de distinto tipo”, concluye.
Del subsuelo a la superficie
Y no sólo hay preocupación por lo que ocurre en el subsuelo de Doñana. La proliferación de infraestructuras de diversa índole, ya existentes y las que están por venir, ha provocado la reacción de numerosos colectivos en contra de la escalada de industrialización que se está produciendo desde hace años en este espacio natural.
A las amenazas presentes como la explotación de los acuíferos, el dragado del Guadalquivir y a las pasadas, como el desastre de la mina de Aznalcóllar, hay que añadir el proyecto Marismas de Gas Natural Fenosa y otros llevados a cabo en la provincia por Repsol (Poseidón y Calypso).
Marisma engloba cuatro subproyectos (Aznalcóllar, Saladillo, Marisma Oriental y Marisma Occidental) en los que se van a efectuar diferentes sondeos y que contempla la instalación de pozos en superficie que se suman a los ya explotados. Actualmente, sólo Marisma Occidental tiene todos los permisos y funciona como almacén de gas desde 2012.
Para Juan José Carmona, abogado, consultor ambiental y coordinador de la Oficina Técnica Doñana WWF, el proyecto presenta “riesgos evidentes y de impacto directo” sobre el Espacio Natural y su entorno, empezando por su actividad principal, la inyección y extracción de gas. “El objetivo es hacer un llenado y un vaciado continuado del yacimiento, algo que no es normal para estas estructuras que han estado selladas durante siglos. Ahora se pretende meter y sacar de forma continua el gas. No están preparados para esta actividad”, destaca el abogado.
La construcción de infraestructuras en superficie incluidas en el proyecto también tienen impacto sobre el entorno, como destaca Carmona: “La construcción de gaseoductos requiere de un perímetro de seguridad sin ningún tipo de vegetación cercana. Esto afecta directamente al arbolado en los kilómetros por donde discurra la tubería”.
Aunque dos de los proyectos se sitúen fuera del límite protegido de Doñana, “hay que empezar a tener una mayor conciencia de qué son los espacios naturales y lo que significan los impactos que se hacen sobre los mismos, más allá de las vallas que delimitan el espacio protegido, romper los límites administrativos”, explica Carmona, que añade que “los acuíferos no entienden de límites legales y los animales tampoco”.
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