25 de febrero de 2013

Investigan por primera vez los músicos como protagonistas en la Sevilla de los Austrias

Fotografía ilustrativa de la noticia
La Dra. Clara Bejarano en los jardines del Rectorado.

La Dra. Clara Bejarano en los jardines del Rectorado.

Un estudio de la Universidad de Sevilla destaca el papel que desempeñó la capital Hispalense y sus músicos como metrópolis de difusión musical en el contexto de la ciudad española en la Alta Edad Moderna. Lo más novedoso de este estudio es que por primera vez se pone el foco de atención en los músicos como protagonistas, independientemente a la institución para la que trabajasen, como grupo socioprofesional en una época, la de los Austrias, en la que ya el músico no es un simple aficionado sino que posee una formación, un nivel cultural y desempeña una profesión liberal.

En la segunda mitad del siglo XVI y la primera del siglo XVII, Sevilla es una ciudad en expansión a todos los niveles, situada en una encrucijada de caminos intercontinentales, por tanto especialmente sensible a los fenómenos que la época experimentó en los ámbitos de mercado, vida pública, demanda privada y otros parámetros socioeconómicos. Su volumen de población y su prosperidad económica, sin precedentes hasta entonces, la convertirían en el caldo de cultivo adecuado para el desarrollo de las artes suntuarias, entre ellas la música. Así, la capital Hispalense se convierte en un centro creador de música que irradia sus influencias por Andalucía, Canarias y América.

La autora de este estudio y profesora de la Universidad de Sevilla, Clara Bejarano Pellicer, señala que en el Siglo de Oro la sociedad sevillana en general ya tenía acceso a la música en cualquier clase de ambientes, desde los más institucionalizados al servicio del cabildo catedralicio y el municipal, con funciones fundamentalmente ceremoniales, bajo el formato de capillas y actos religiosos, hasta la música menos estructurada del espectáculo en actos civiles. El lenguaje musical es también unívoco para toda la sociedad y no se daba una ruptura tan acusada como hoy entre la música popular y la música polifónica o culta.

Esta tesis doctoral, que ha sido calificada Sobresaliente cum laude por unanimidad y ha sido galardonada con el Premio de la Fundación Focus-Abengoa a la Mejor Tesis Doctoral 2011 sobre un tema relacionado con Sevilla y con el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad de Sevilla del curso 2010-2011, incluye además una prosopografía de músicos y artesanos relacionados con la música basada en documentos inéditos localizados en los registros notariales y que rescata nombres del olvido. “Hay muchos músicos intérpretes (instrumentales y cantores) que no han pasado a la historia como grandes creadores pero que desempañaron una labor importantísima en la internacionalización de la música y que hicieron grandes aportaciones a las obras que acompañaban”, destaca Bejarano Pellicer.

La segunda mitad de esta obra se centra en el estudio de las funciones que desempeñaba la música en la vida pública de la Sevilla del Siglo de Oro. Se basa fundamentalmente en relaciones de fiestas así se prueba que la música entendida en sentido amplio ejercía una notable influencia sobre la psicología de los habitantes de la ciudad, proporcionándoles elementos de identificación, ubicación social y espaciotemporal dentro del propio paisaje urbano.

El desarrollo que adquirió la fiesta en la sociedad ceremonial del Siglo de Oro sevillano generó una demanda de música ocasional para prácticamente cualquier acto público, superior a la oferta, que los músicos trataron de cubrir mediante vías oficiales o autónomamente. Las garantías de calidad y profesionalidad que ofrecían las capillas musicales estables convencían a los clientes y eran las más solicitadas. Esto entrañó, además de beneficios en el prestigio de sus patrones, frecuentes conflictos entre las obligaciones comprendidas y las posibilidades de ganancia extra. La necesidad que los clientes tenían de un servicio musical de calidad actuó en beneficio de la estabilidad laboral de los músicos, que se vio favorecida a medida que pasaba el tiempo.

De los músicos que componían la capilla catedralicia, la autora afirma que “formaban la élite entre los profesionales musicales sevillanos, a ello contribuye el hecho de que la estructura y la eficacia de la capilla de la catedral de Sevilla se convirtió en el modelo de referencia para el resto de instituciones de la ciudad”. Para el cabildo, disponer de una capilla musical de sobresaliente nivel contribuía a su reputación sobre el resto de las catedrales, entre las instituciones locales y en el imaginario colectivo. El cabildo civil, por su parte, invirtió muchos menos recursos en música, pero la característica de sus intérpretes fue la especialización instrumental, gracias a la cual consiguieron hacerse indispensables para la vida ceremonial de la ciudad.

El paisaje sonoro sevillano se completaba, según recoge esta investigación de la Universidad de Sevilla, con una serie de sonidos cotidianos, las campanas, los relojes y los pregones. Estaban emparentados con la música porque también obedecían a un sistema organizado de sonidos, a un código. Eran ejecutados por profesionales estables. El cabildo secular y el eclesiástico, además de otras instituciones, se veían obligados a recurrir a los mismos profesionales del sonido y a medir sus fuerzas en el terreno de la representación en la vida pública y la imagen social.

Por otro lado, existen pruebas de la música y sus sonidos adyacentes como un lenguaje útil para la expresión pública tanto de información práctica como de connotaciones de jerarquización, prestigio y representación social. Este código era conocido e interpretado correctamente por emisores y receptores y empleado conscientemente. Esta realidad adquiere su máxima expresión en el contexto urbano, al que otorga una personalidad peculiar en el plano sonoro.


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