16 de febrero de 2015

Guerra biológica a los virus en los cultivos de invernadero

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: ANA SORIA / FUNDACIÓN DESCUBRE

Asesoría científica: Dirk Janssen

Los esfuerzos por combatir las amenazas que acechan a las cosechas bajo plástico es una lucha que no cesa. Mientras nuevos virus continúan apareciendo, los antiguos evolucionan y aprenden a vencer las resistencias que antes eran eficaces. En este escenario, las técnicas de control biológico se han revelado como el arma más eficaz.

Un miembro del equipo de investigación del IFAPA en el Centro La Mojonera (Almería) explora posibles consecuencias de los virus.

Un miembro del equipo de investigación explora la presencia de nuevos virus.

Cada año, los agricultores se enfrentan a la incertidumbre y al reto de la aparición de un nuevo virus al que deberán combatir para evitar que se malogren sus cosechas. En el sureste de España, y concretamente en Almería, la gran densidad de invernaderos, las condiciones climáticas y el solapamiento o intensificación de los ciclos de cultivo, entre otros factores, favorecen especialmente la proliferación de plagas y enfermedades en la producción de hortalizas bajo plástico.

Según los expertos, entre las numerosas enfermedades que aparecen, aquellas provocadas por virus son muy difíciles de controlar una vez que ya han atacado al cultivo, pudiendo acabar con plantaciones enteras y provocando enormes pérdidas. De ahí que la verdadera lucha por incrementar la capacidad del sector agrario a la hora de comprender y responder a tiempo a esta amenaza no se libra tanto bajo los plásticos de los invernaderos, como en los laboratorios. Allí, los investigadores actúan contrarreloj para desenmascarar al nuevo rival y anticiparse a sus futuros daños.

“Tenemos referencia de 30 virus que han afectado a nuestros cultivos desde los años 80. Cada año entra uno nuevo, por eso se hacen muchos esfuerzos por controlarlos y nos obliga a estar siempre alerta”, afirma Dirk Janssen, investigador titular del IFAPA en el Centro La Mojonera (Almería) y responsable del Equipo de Virología y Coordinador del Área de Protección de Cultivos de este mismo centro.

Revolución biológica

En esta batalla, recurrir a las técnicas de control biológico de plagas con depredadores o parasitoides (insectos que se crían como parásitos en su fase larvaria) se ha revelado para los científicos como el arma más eficaz, a la que se suman otras medidas complementarias de carácter fitosanitario (plaguicidas) e higiénico, que combaten las principales plagas al tiempo que respetan el medio ambiente y contribuyen a la sostenibilidad de las plantaciones. Un sistema de explotación agraria que se conoce como producción integrada.

“Desde el año 2.000 ha habido en el sureste de España una revolución que ha permitido ir sustituyendo el uso de pesticidas químicos por las técnicas de control biológico de plagas, sobre todo en los cultivos de larga duración, dentro de una estrategia global de producción integrada”, explica Janssen.

En concreto, el combate biológico contra las plagas en los cultivos hortícolas de invernadero se basa en la aplicación controlada de insectos beneficiosos, como Amblyseius swirskii y Orius, que se alimentan de los virus. La pasada campaña 2013-2014 se llegaron a cultivar en Andalucía más de 25.000 hectáreas de hortícolas de invernadero mediante técnicas de control biológico de plagas, sobre todo en la provincia de Almería. Destacando los cultivos de pimiento y tomate, con más de 8.000 hectáreas cada uno, lo que supone casi el 100% de la superficie dedicada a estos productos. Le siguieron melón, pepino y sandía, con cerca de 2.000 hectáreas.

Para evitar posibles pérdidas de productividad en un sector tan importante en Andalucía, la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural ha modificado recientemente la Orden de 12 diciembre de 2001, que establece las medidas de control obligatorias y recomendadas en la lucha contra las enfermedades víricas en los cultivos hortícolas protegidos, dentro de una estrategia global de Gestión Integrada de Plagas (GIP).

Entre las nuevas medidas, se obliga a los agricultores a dar prioridad al control de los insectos vectores (o transmisores) empleando técnicas contrastadas de aplicación de organismos de control biológico de plagas en todo el ciclo de los cultivos, que deberán ser tan específicos para la plaga como sea posible y tener los menores efectos secundarios para los organismos beneficiosos. En cuanto a las recomendaciones, los expertos destacan la utilización de plantas en fase de crecimiento con organismos de control biológico ya instalados en semillero, la utilización de variedades tolerantes o resistentes o la colocación de plantas reservorio de organismos de control biológico de plagas dentro y fuera del invernadero.

Equipo de trabajo dirigido por el investigador Dirk Janssen.

Equipo de trabajo dirigido por el investigador del IFAPA en el Centro La Mojonera de Almería, Dirk Janssen.

Principales enemigos

En España, los expertos señalan a ocho virus como los causantes habituales de los mayores ataques en hortícolas: el virus del bronceado del tomate (TSWV), el virus del mosaico del tabaco (TMV), el virus del amarilleo y enanismo de las cucurbitáceas –como son el melón, el pepino o la sandía­– (CYSDV), el virus del mosaico del pepino (CMV), el virus del mosaico amarillo del calabacín (ZYMV), el virus de la cuchara (TYLCV), el virus Y de la patata (PVY), y el virus del moteado suave del pimiento (PMMoV).

En esta enumeración de “enemigos” cabría añadir uno muy dañino pero de reciente aparición: el virus del rizado de la hoja del tomate de Nueva Delhi (ToLCNDV). “De los detectados en los últimos años, es el más importante y, como suele ocurrir con los nuevos virus, es una incógnita saber cómo ha llegado hasta aquí a pesar de los controles e inspecciones”, comenta Dirk Janssen.

Tal y como señala el investigador del IFAPA de La Mojonera, los virus se propagan de varias maneras: por contacto, por semilla, por el suelo, o mediante insectos vectores. La manipulación de las plantas por parte de los trabajadores, en el caso de la primera; y la acción de la mosca blanca (Bemisia tabací), los trips (pequeños insectos con forma de tijereta) y los áfidos (también llamados pulgones).

Precisamente la mosca blanca es la más eficaz transmitiendo el virus del rizado de la hoja de tomate de Nueva Delhi porque “una de ellas es capaz de introducir el virus en la planta”, señala Janssen, quien asegura que se han hecho grandes esfuerzos a lo largo de los años por controlar la acción de este insecto en tomates y pepinos. “Los agricultores se han concienciado mucho de la importancia de evitar su entrada en estos cultivos”. Sin embargo, “el cultivo del calabacín ha sido descuidado por tratarse de una planta robusta y fuerte que no suele sufrir grandes problemas de plagas, y por eso ahora es una de las más afectadas por el ToLCNDV, que es muy virulento. La situación obliga a tomárselo en serio”, subraya.

Janssen y su equipo también siguen muy de cerca al virus del mosaico del pepino dulce, que está infectando sobre todo a las tomateras. Transmitido por contacto, afecta a la calidad de su fruto. “Ya lleva algunos años en Murcia, Granada y Almería. Avanza poco a poco, pero cada vez va a más” y detalla la dificultad de atajarlo: “Mientras que un insecto vector se puede ver y evitar su acceso al cultivo, cuando se transmite por contacto depende exclusivamente de los trabajadores o técnicos que tocan la planta y no son conscientes de propagarlo”.

Investigadora analiza posibles virus sobre plantas de tomates.

Investigadora analizando posibles virus que afectan a las plantas del tomate.

Virus que vencen resistencias

Otro problema al que se enfrentan agricultores e investigadores es al de aquellos virus que aunque parecían ya controlados, han evolucionado hasta desarrollar variantes capaces de vencer las resistencias con las que antes eran combatidos. Es lo que ha sucedido con el virus del bronceado del tomate –muy activo durante las décadas de los 80 y 90– y con los tobamovirus (virus del mosaico del tabaco, virus del mosaico del tomate, y el virus del moteado suave del pimiento) que se transmiten por contacto.

En ambos casos se desarrollaron cultivos resistentes a ellos y, sin embargo, en los últimos años los virus han sido capaces de romper esas resistencias. “Este es un problema que ocurre bastante” y contra el que el investigador del IFAPA propone soluciones preventivas que pasan por “una buena gestión del cultivo”, de tal manera que solo se utilicen plantas resistentes cuando sea necesario y se evite usarlas a gran escala. De la misma manera, también es necesario “prestar especial atención a la higiene durante el trabajo de manipulación” y, por último, “usar siempre semillas sanas que hayan pasado un control de calidad”.

Al margen de estas medidas preventivas a realizar por parte de los agricultores en los invernaderos, en el otro frente, el de los centros de investigación, se aborda el control de virus desde distintas y complejos frentes. Y es que las enfermedades causadas por virus son uno de los procesos epidemiológicos más complejos que existen. Tal y como indica Janssen, además de estar alerta ante la aparición de nuevos virus, las líneas de actuación se pueden resumir en tres: “Primero hay que conocer bien al enemigo, a través del estudio del genoma del patógeno podemos saber mucho de cómo es y cómo actúa; segundo, tratar de averiguar cómo se transmite, porque de esa manera se pueden desarrollar métodos de prevención sostenibles; y tercero, buscar variantes de cultivos resistentes, ya que obteniendo una fuente de resistencia se puede después incorporar en las semillas”.

En cuanto a los retos de futuro, el investigador lo tiene claro: “Seguir trabajando con esfuerzo en esta misma línea. Cada temporada en horticultura es distinta porque el enemigo es diferente y los problemas que se plantean son nuevos. Cada año es un nuevo reto”.


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