El científico que ilumina cerebros apagados
En la pantalla, el neurocirujano Andrés Lozano muestra a una audiencia incómoda cómo un niño de nueve años se retuerce en el suelo, mientras a duras penas consigue avanzar arrastrándose, apoyado en sus codos. Padece distonía, una terrible enfermedad genética que curva el tronco y las extremidades, hasta tal punto que algunos afectados a duras penas pueden respirar. Normalmente mueren a los pocos años, víctimas de infecciones y terribles dolores. En la siguiente imagen, vemos al crío correteando alegremente por el hospital, mientras el auditorio irrumpe en aplausos. Aquel niño, de origen israelí, hoy va a la universidad y lleva una vida normal.
Tuvo la suerte de pasar en el año 1997 por las manos de este neurocirujano nacido en pleno barrio de Triana (Sevilla), que emigró con su familia a Canadá siendo un niño. Hoy dirige a un equipo pionero de científicos en el Hospital Western de Toronto, que aplica una técnica revolucionaria –llamada estimulación cerebral profunda– con potencial para tratar diferentes enfermedades neurológicas y psiquiátricas: desde el alzhéimer al párkinson, pasando por la depresión, la anorexia o la epilepsia, entre otras muchas patologías.
Lozano atiende a Sinc tras su conferencia en el World Science Forum de Budapest, donde ha venido a presentar los últimos avances de esta técnica, que hoy se ha aplicado exitosamente a más de 120.000 pacientes de todo el mundo. “Se trata de encender partes del cerebro que, por una razón u otra, se han apagado. Para ello se usa un estimulador cerebral profundo, que se coloca en cualquier parte del cerebro que necesite el paciente, haciendo un agujero del tamaño de una pequeña moneda. Ahí se coloca un electrodo que se conecta a un marcapasos situado en el pecho”, explica con un marcado acento norteamericano.
“Es similar a sintonizar una emisora de radio. La localizamos y fijamos el dial. Luego podemos usar otro botón para subir y bajar el volumen, que es el equivalente a graduar la cantidad de electricidad que queremos que llegue a esa parte del cerebro. Según los circuitos que estimules, tienes efectos y mejorías diferentes, dependiendo de la enfermedad y el sistema específico que esté dañado”.
Como un mando a distancia
Una vez hecha la intervención, con un mando a distancia similar al que se usa para cambiar de canal en el televisor, el médico puede ajustar cuánta electricidad descarga en las áreas afectadas, hasta que el circuito cerebral recupera su funcionalidad. Lozano nos muestra los resultados en la pantalla de su ordenador, con una paciente de párkinson. Cuando enciende el dispositivo, los temblores desaparecen como por arte de magia. Puede beber un vaso de agua o vestirse sin ayuda.
Esta especie de ‘trepanador’ del siglo XXI ha mejorado la calidad de vida de cientos de pacientes –prácticamente desahuciados– de todo el mundo desde el año 1997, cuando empezó a utilizar esta técnica de forma pionera. Hasta el año 2012 –durante once años consecutivos– fue el neurocirujano más citado del mundo.
Por el momento, la diana más favorecida ha sido el tratamiento del temblor esencial y el párkinson. Más de 100.000 pacientes han sido intervenidos con éxito, pero hoy día equipos de todo el mundo están aplicando la técnica para las más variadas cuestiones. “Hay un grupo en Alemania que está viendo cómo funciona para intentar acabar con adicciones a la cocaína, el alcohol o la heroína, con resultados verdaderamente prometedores. Pero hay más de cien ensayos en todo el mundo que están aplicando esta técnica para tratar distintas enfermedades”, aclara. La técnica ha demostrado potencial incluso para despertar pacientes en coma, pero ese es un campo que será explorado en el futuro.
Lozano y su equipo descubrieron hace ocho años cómo la estimulación cerebral puede mejorar la memoria, mientras intentaban controlar el apetito de un paciente obeso que no lograba perder peso. “No conseguimos nada con él, pero nos comentó que había notado un aumento muy importante de su capacidad para memorizar cosas. De ahí surgió la idea de aplicar la técnica en pacientes con alzhéimer, cuyo síntoma más reconocible es la pérdida de memoria y un déficit cognitivo”. Su grupo está inmerso ahora mismo en un ensayo para comprobar la técnica en pacientes con esta enfermedad.
“Por el momento hemos operado a 50 personas y esperamos conocer los resultados en unos tres meses. Estamos muy esperanzados”. Pero, eso sí, los pacientes tienen que estar en fases tempranas de la enfermedad. Cuando la patología ha arrasado partes concretas del cerebro, no hay nada que estimular y la técnica no parece funcionar.
Otra de las áreas más prometedoras es el tratamiento para personas depresivas que no han respondido a ningún tratamiento, que son entre el 10% y el 20% del total. “Se ha comprobado que estas personas tienen hiperestimulada la zona del cerebro llamada CG25 –que está relacionada con los sentimientos de tristeza–. La idea que tenemos es ‘regular el termostato’ de esa zona con electroestimulación profunda. Los resultados preliminares son absolutamente esperanzadores y esperamos que sea una técnica generalizada dentro de poco para este tipo de pacientes con depresión profunda”.
La pregunta parece obligada. ¿Podremos usar la estimulación cerebral profunda para mejorar cerebros de personas sanas? “Es un tema que no está probado, pero en teoría sí, podríamos usar la técnica para mejorar las capacidades de personas sin ninguna patología –por ejemplo, para aumentar la memoria–, el problema es que aquí chocamos de lleno con la ética. La técnica ha demostrado potencial, por ejemplo, para borrar recuerdos, lo que podría tener aplicaciones en casos graves de estrés postraumático. Por ahora esto solo se ha probado en animales, pero los resultados vuelven a ser esperanzadores”.
Para Lozano son solo los primeros pasos de una técnica que en los próximos años será aplicada en más y más patologías cerebrales, a medida que vayamos conociendo los circuitos que se ven afectados en cada una de ellas.
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