17 de diciembre de 2015

Bilingüe ¿ser o no ser?

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: Luz Rodríguez / Fundación Descubre

Asesoría científica: Teresa Bajo y Daniela Paolieri

Hablar más de un idioma tiene sus ventajas. No solo es un valor añadido a la hora de encontrar trabajo sino que es una forma de desarrollar, ejercitar y mantener activo el cerebro tanto en la infancia como en la edad adulta. Según indican los expertos, el conocimiento de más de una lengua está asociado a determinados beneficios para la salud como el retraso de la aparición de enfermedades neurodegenerativas (alzhéimer, por ejemplo) o una mayor capacidad de atención o memoria en los más pequeños.

Imagen de la catedrática de la Universidad de Granada, Teresa Bajo

Imagen de la catedrática de la Universidad de Granada, Teresa Bajo.

Elena tiene once años. Es hija de padre americano y de madre española. Daniel tiene solo dos. Cada día su madre le habla en catalán y su padre en castellano. Elena y Daniel son bilingües. Lo son de nacimiento ya que ambos han adquirido el dominio de una segunda lengua de forma natural. No obstante, para la mayoría de la población, aprender un idioma es un proceso ‘reglado’, es decir, comienzan desde pequeños en centros escolares y continúan después como adultos de una forma más específica mediante cursos o academias. En todos estos casos, el conocimiento de las claves ‘científicas’ que se esconden detrás del bilingüismo contribuye a desarrollar, según los especialistas, métodos de enseñanza y aprendizaje cada vez más eficaces.

En primer lugar, para los expertos, el término bilingüismo hace referencia al conocimiento de más de un idioma y la capacidad que tienen las personas de emplearlos (con mayor o menor fluidez) en su vida diaria. “No sólo es bilingüe aquel cuyos progenitores ya hablan otra lengua, el concepto es más amplio y también lo son aquellos que alcanzan un buen nivel en otro idioma de forma más tardía”, explica la catedrática y directora del Grupo de Investigación Memoria y Lenguaje de la Universidad de Granada, Teresa Bajo. Se trata, por tanto, de un campo cada vez más estudiado por parte de los investigadores, atraídos por conocer cómo funciona el cerebro cuando ‘conviven’ varios idiomas a la vez. “A nivel neuronal analizamos la interacción que se produce entre la primera lengua (denominada L1) y la segunda (L2)”, agrega.

Alumna de educación primera durante una prueba

Alumna de educación primaria durante una prueba.

El papel del cerebro

De este modo, los especialistas tratan de determinar si el conocimiento de una segunda lengua facilita o interfiere en la capacidad de comprender o expresarse en ambos idiomas una vez que han sido ‘incorporados’ a la rutina doméstica. “Hablamos, por ejemplo, del tiempo empleado a la hora de realizar una tarea o los errores cometidos durante su uso”, comenta Bajo. La clave, apuntan, está en observar la actividad cerebral: “Para ello empleamos electrodos ubicados en el cuero cabelludo que recogen las variaciones eléctricas de diversos grupos de neuronas mientras que se desarrollan determinadas labores (escribir o traducir, por ejemplo) en uno u otro de los dos idiomas”.

Pero… ¿qué ocurre una vez que se consiguen ‘manejar’ dos o más idiomas al mismo tiempo? Según los especialistas, cuando una persona tiene un nivel donde ya es capaz de hablar, escribir y comprender de una forma fluida, comienza a tener activas ambas lenguas en el cerebro, de manera que cuando está conversando en una de ellas la otra está también parcialmente activa. “Para ello utilizamos el lóbulo frontal del cerebro, situado en la parte delantera, justo detrás de la frente. Es el responsable de controlar o negociar el uso de los dos idiomas, reduciendo las posibles interferencias”, sostiene Bajo. Y añade: “Aunque efectivamente la parte central ayuda a no cometer errores, el aprendizaje del segundo (o el tercero, el cuarto…) tiene un coste y es que ambos se procesan un poco más lento”.

Imagen del alumnado asistiendo a una clase de inglés en una academia.

Alumnado asistiendo a una clase de inglés en una academia.

Ventajas del bilingüismo

Inglés, francés, alemán, italiano, por ese orden, al que se suma en los últimos años y en quinto lugar el chino, son los idiomas más estudiados y demandados en España. Según los especialistas, a la ya conocida ventaja que desde el punto de vista de la inserción laboral y profesional supone el dominio de varias lenguas, se suman otras principalmente relacionadas con la salud de las personas.

En este sentido, los efectos en la actividad cerebral a la hora de estudiar, asimilar y hablar varios idiomas varían en función de la edad de las personas. En el caso de los más pequeños, algunas capacidades se desarrollan más rápidamente. “Demuestran una mejor atención selectiva o capacidad de memorizar cuando se encuentran en situaciones educativas o desarrollando otro tipo de actividades lúdicas”, revela la investigadora.

Asimismo, existen determinadas ventajas asociadas al aprendizaje de idiomas durante la edad adulta. Una de las más interesantes, destaca Teresa Bajo, es la capacidad de retrasar el desarrollo de patologías neurodegenerativas: “Aunque con el bilingüismo no puedes frenar que surjan enfermedades como el alzhéimer, estudios como el de la investigadora canadiense Ellen Bialystok muestran que de alguna manera influye en su retroceso”. De esta forma, cuándo las personas comienzan a manifestar los primeros síntomas, estos se ralentizan. “Parece que sirve como un protector que, en cierta modo, demora su aparición y desarrollo”, subraya.

A ello contribuye, según los expertos, la “plasticidad” del cerebro, capaz de adaptarse a los cambios ante estímulos externos. “Aunque con el paso del tiempo perdemos neuronas, las personas siempre continuamos aprendiendo”, señala Bajo. Por ello, el bilingüismo se concibe como una forma de ejercicio cerebral que activa aquellas áreas de este órgano relacionadas con el lenguaje: “Existe, en definitiva, una mayor capacidad de ejecución y flexibilidad mental que se manifiesta en todas las edades y que los bilingües conservan más que los monolingües en la vejez”, apostilla la investigadora. Está claro, como versa el refranero, que nunca es tarde para aprender cosas nuevas.


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