La pasión por la investigación polar de Francisco López Gordillo, profesor titular e investigador del Grupo de Ecofisiología de Sistemas Acuáticos de la Universidad de Málaga, comenzó en 2002 cuando tuvo la oportunidad de realizar una campaña invitado por sus compañeros del Alfred Wegener Institut (AWI). Desde entonces el grupo ha llevado a cabo dos campañas científicas en la Antártida y unas ocho en el Ártico.
Las investigaciones llevadas a cabo por López Gordillo y sus compañeros se centran en las algas marinas que, en estas latitudes, suponen la mayor masa ‘verde’, ya que el ecosistema terrestre está muy limitado por la presencia de hielo. “Nuestro objetivo es doble -explica el científico-. Por un lado, intentamos averiguar los mecanismos fisiológicos que permiten a las algas vivir en un ambiente tan extremo, a baja temperatura y sin luz. Por otro, las regiones polares son las que están acusando más el calentamiento global y por ello identificamos qué especies van a modificar su comportamiento a mayor temperatura poniendo en riesgo su pervivencia en estos ecosistemas”.
En las zonas polares el ambiente provoca que los organismos que habitan allí tengan adaptaciones extremas. “Es fascinante poder averiguar las soluciones que han ido apareciendo evolutivamente en la naturaleza -comenta López Gordillo-. Algunos investigadores buscan aquí moléculas con utilidad médica o industrial”. Y añade, “la exacerbación del calentamiento global en estas regiones permite anticipar lo que irá ocurriendo en otras zonas del planeta. Los polos son regiones de alarma temprana para otras zonas del planeta”.
Aunque la temática de su investigación es la misma en ambos polos, existen diferencias entre el Norte y el Sur. “Las algas en el Ártico deben acumular nutrientes durante el invierno porque en primavera el fitoplancton lo consume todo en pocas semanas, dejando todo el verano el agua sin nutrientes. En la Antártida no existe la limitación por nutrientes y las algas han perdido la capacidad de acumularlos. Esta diferencia se traduce también en distintas estrategias vitales: momento en que crecen de forma más activa, momento de la reproducción sexual, germinación de esporas, etc.”, explica.
Capacidad de improvisación
Las condiciones extremas en las que tienen que trabajar los científicos requieren de una buena preparación previa antes del viaje y de capacidad de improvisación. “La Antártida debe ser lo más parecido a estar en otro planeta. Te sientes en un lugar remoto y aislado, donde todo debes tenerlo bien preparado antes de viajar. Por hacer un símil: si se te olvida un destornillador, no hay ferretería donde ir a comprarlo. Te apañas con lo que hay. Aparte de estas particularidades, el trabajo de laboratorio es como en cualquier otro. Eso sí, trabajar en condiciones cercanas a los 0 ºC pone en jaque a menudo el instrumental electrónico. Trabajamos al límite de funcionamiento de algunos aparatos”, comenta el biólogo polar. “Debes ingeniártelas para que no se congelen los aparatos que llevamos para medir en el exterior, como los radiómetros que miden la luz que llega a las algas bajo el mar. Los buzos alemanes trabajan en condiciones de riesgo de congelación para traernos las algas que analizamos en el laboratorio”, resalta.
Para Francisco López Gordillo la experiencia ha sido muy enriquecedora, “profesionalmente, al poder descubrir aspectos de la naturaleza que aún no conocemos, y también personalmente, porque supone una bonita aventura siempre llena de sorpresas. Me encanta el desafío de tener que improvisar ante una situación inesperada; y allí sabes que hay muchas cosas que no vas a tener bajo control. Eso sí, mientras no nos topemos con un oso polar…”.
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