25 de abril de 2017

Dos décadas en Isla Decepción

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: Luz Rodríguez / Fundación Descubre.

Asesoría científica: Javier Almendros, Enrique Carmona y José Benito Martín.

Una campaña más, investigadores de las universidades de Granada y Cádiz viajan a la Antártida. Los trabajos sobre geodinámica y sismología volcánica llevadas a cabo por los investigadores andaluces en Decepción, un volcán activo situado en las Islas Shetland del Sur, son referencia mundial en este campo. Mucho han cambiado las cosas a lo largo de estas dos décadas de campañas científicas andaluzas que han dado como resultado numerosas publicaciones, varias tesis doctorales y un sinfín de anécdotas.
Ibañez, en la Antártida, en 1988.

Ibañez, en la Antártida, en 1988.

La primera experiencia en Isla Decepción de Javier Almendros, Enrique Carmona y José Benito Martín, investigadores de Instituto Andaluz de Geofísica (IAG) de la Universidad de Granada, fue como unos jóvenes estudiantes de doctorado a principios de los años 90. El abanderado de todos ellos fue el experto en sismología volcánica del IAG Jesús Ibáñez. En 1988, con 22 años de edad, Jesús no lo dudó y aceptó ir de voluntario como colaborador de un proyecto del CSIC en Isla Decepción. Allí se encontró con un lugar excepcional para estudiar lo que es una de sus pasiones y el eje principal de su carrera investigadora y profesional,  los volcanes. En 1994 volvió a la Antártida, ya como investigador principal del primer proyecto propio del IAG. A partir de ahí, científicos y científicas del IAG han participado en numerosas campañas antárticas donde han sido testigos de la evolución tecnológica, del avance de las comunicaciones, de la  mejora de la logística y de la llegada cada vez más numerosa de turistas. Enrique Carmona y Benito Martín han viajado en numerosas ocasiones a la Antártida y han participado en la reciente campaña 2016-2017. Javier Almendros es el responsable de los proyectos en Decepción desde 2008.

“Ha cambiado mucho el número de personas que acuden a estos territorios. No éramos más de catorce en los primeros años. Las condiciones de vida eran diferentes”, recuerda Enrique Carmona. Se suma Javier Almendros a este viaje a los primeros años de estancia en Isla Decepción: “Todo dependía de nosotros mismos, incluso nos hacíamos la comida. Todo era más casero… Ahora hay cocineros, especialistas y técnicos del Ejército de Tierra que dan soporte a los científicos y que velan por nuestra seguridad”. “Eso sí, de la limpieza nos encargamos todos -apunta Enrique-. Cada día se designan dos personas de todos los que estamos en la Base para hacer esta tarea”.

José Benito Martín y Enrique Carmona.

José Benito Martín y Enrique Carmona.

Si algo ha evolucionado en estos años, resaltan Almendros, Carmona y Martín, es la seguridad y la logística. “Ahora se hace más énfasis en la seguridad. Hay más Zodiac a disposición de los científicos para los traslados a las zonas donde está la instrumentación y usamos trajes especiales para posibles caídas en aguas heladas”, indica Javier Almendros. El traslado de material pesado también es más fácil. “Antes teníamos que descargar nosotros, a mano, por ejemplo, bidones de gasoil que pesaban muchísimo. Ahora hay maquinaria que lo hace”, resalta José Benito.

En las primeras campañas los científicos podían utilizar las motos para desplazarse por la isla. Actualmente, por motivos de seguridad, no es posible. Los militares de la Base son los encargados de trasladarlos a los lugares que necesiten. Su labor principal durante los tres meses de campaña es el apoyo a los científicos participantes. No hay restricciones de acceso a zonas de la isla pero hay que pedir permiso.

Las campañas antárticas españolas se llevan a cabo exclusivamente en el verano austral, y aunque las fechas varían dependiendo de factores logísticos, se desarrollan entre finales de noviembre y principios de marzo. Lo que sí ha cambiado a lo largo de todos estos años ha sido la posibilidad de sustituir a investigadores durante la campaña. La disponibilidad de buques oceanográficos y de apoyos puntuales de vuelos posibilita que la incorporación de nuevos investigadores durante la misma se haga con mayor frecuencia. Cada turno suele durar un mes y medio.

De la onda corta a WhatsApp

Otro cambio notable con respecto a los primeros años de estancia en la Antártida se ha manifestado en las comunicaciones. “En 1994 había una radio de onda corta que conectaba con Madrid una vez al día si las condiciones atmosféricas eran favorables, y desde allí llamaban a nuestras familias. Se oía fatal y había que decir ‘cambio’ cada vez que hablabas”, rememora Enrique Carmona. “Ahora hay de todo. Teléfono, internet, Whatsapp… Estamos conectados las 24 horas”, añade Javier.

Javier Almendros y Enrique Carmona.

Javier Almendros y Enrique Carmona.

La evolución de las comunicaciones no sólo afecta al plano personal, sino que es fundamental para la actividad científica que se desarrolla en la isla. Esto ha permitido un salto cualitativo en la transmisión y recepción de datos procedentes de la instrumentación instalada por los científicos, base del trabajo de seguimiento de la actividad volcánica que desarrollan el IAG y la Universidad de Cádiz en Decepción. “Los datos nos llegan a la Base por wifi. En tu ordenador estás recibiendo la señal que registras”, comenta Javier. “Antes tenías que desplazarte hasta las estaciones de recogida de datos, situadas en distintos puntos de la isla, y descargarlos en un disco. Tardabas horas. Nos llevábamos una pequeña tienda de campaña para esperar protegidos de las inclemencias meteorológicas mientras se descargaban”, recuerda Enrique.

La evolución continúa. En esta campaña el equipo ha probado la transmisión de datos por wifi procedente de los Array o antenas que tienen desplegadas para estudiar la actividad sísmica de Decepción, con más canales y más bits de resolución,  una tecnología que está “funcionando muy bien”.

El estudio de la sismología de Decepción es una oportunidad única para estos científicos andaluces, ya que los métodos de trabajo, los datos y los resultados obtenidos se están extrapolando a otras zonas volcánicas del planeta como es el caso de El Hierro (Islas Canarias), Fogo (Cabo Verde), Etna (Sicilia, Italia) y Colima (México).  Y lo que es más importante, es crucial para conocer el riesgo de una posible erupción en estas islas a las que llegaron en el último año cerca de 18.000 turistas y que cuenta con varias bases científicas internacionales. Se han registrado varias erupciones en el pasado, la más reciente en la década de 1970. El volcán está activo. Los científicos lo estudian y vigilan para que a nadie le coja desprevenido si decide despertar.


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