14 de enero de 2015

Las posibilidades de lo inexplicable

Fotografía ilustrativa de la noticia

FRACTALES EN LA ISLA MÍNIMA

Los fractales ayudan a ordenar la realidad en la película del director sevillano Alberto Rodríguez.

Alberto Rodríguez

Imagen de Alberto Rodríguez, director de La isla mínima

Después de ver La isla mínima a uno se le queda en la boca el regusto de lo inexplicable. Las posibilidades abiertas que plantea se asemejan a las de la misma realidad; como la vida, como la naturaleza, difícil de medir y de explicar. El director de la película, Alberto Rodríguez, usa una eficaz herramienta para centrar al espectador: imágenes de fractales, fotografías aéreas de las marismas del Guadalquivir -escenario de la trama-, en donde se manifiesta la caprichosa geometría de la naturaleza.

La geometría fractal nada tiene que ver con la que se estudia en las escuelas. ¿Cómo medir la estructura de un árbol? No hay fórmulas sencillas, como para las circunferencias o los triángulos. Un fractal es un objeto cuya estructura se repite a diferentes escalas; cada parte reproduce el todo. Un ejemplo claro es un río con sus afluentes; en cada uno de éstos confluyen otras múltiples corrientes de agua, cada una de ellas receptoras de otras tantas menos caudalosas. Las estructuras fractales se aprecian con especial nitidez en paisajes en los que no ha intervenido el hombre. Son formas complejas y bellas.

No hay más que ver las primeras imágenes de La isla mínima para constatarlo. “Hemos usado imágenes aéreas de Doñana para sumergir al espectador en el tema, en el espacio, pero también como separadores, para que emocionalmente pudiera ordenar el relato”, explica Alberto Rodríguez. Las marismas del Guadalquivir sólo pueden entenderse a vista de pájaro. Asegura que “es un sitio muy difícil de explicar visualmente; sin accidentes geográficos, no hay árboles siquiera, sólo un horizonte plano que esconde un sistema laberíntico fácil de interpretar únicamente desde arriba.”

Héctor Garrido en el Parque Nacional Ciénaga de Zapata, Cuba. Fuente: Laura de la Uz.

Una visión fotográfica

Las imágenes en las que aparecen los fractales de Doñana son obra de Héctor Garrido, fotógrafo del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que lleva años sobrevolando la zona, cámara en ristre, para hacer censos de aves y tomar fotografías que contribuyan a desarrollar diferentes investigaciones. “Desde ese punto de vista tan excepcional, comencé a tomar fotografías que luego supe que representaban ejemplos claros de geometría fractal. Eran parte de mi trabajo para el CSIC, pero también me suscitaron inquietudes artísticas”, comenta Héctor. La inmensa belleza de estas imágenes terminó recopilada en una exposición y un libro. Gracias a su difusión por internet, algunas de estas fotos acabaron llamando la atención del cineasta Alberto Rodríguez, que las imprimió y las metió en una carpeta sobre la que anotó La isla mínima. “Fue un poco raro –nos explica-; comencé a buscar cosas sobre las marismas a raíz de visitar una exposición de Atín Aya, un excepcional fotógrafo que registró la vida en el entorno de Doñana hace décadas. Luego me topé con las fotos de fractales y las guardé sin saber muy bien por qué. Cuando años después terminamos el guión y empezó la preproducción de la película las saqué de nuevo como referente. Sabía que era un estudio de fractales hechas por un tal Héctor Garrido, sin caer en que nos conocíamos desde mucho antes; incluso nuestros padres habían trabajado en la misma empresa”.

Tampoco fue consciente Alberto en ese momento de que su película y la geometría fractal recogida en las fotos de Héctor compartían un enfoque de la realidad. Los fractales son una manifestación de la complejidad de las cosas; la película, en cierto sentido, también. Entenderá esto si ya la ha visto. Hasta que Benoit Mandelbrot definió el concepto de geometría fractal en los años setenta, sólo se podían estudiar aquellas figuras simples que quedaban resueltas con una operación de números enteros. Problema fácil, solución sencilla y única. De ese mismo modo se resolvían las intrigas de Sherlock Holmes o Hércules Poirot, tramas lineales que terminaban con un culpable, un móvil y un escenario claros. En La isla mínima no es así.

Imagen durante la grabación de la Película.

Imagen durante la grabación de la Película.

“El modo de ver hoy día la realidad y el modo de contarla está cambiando con la geometría, la nueva geometría, la que estudia formas complejas como las que hay en la naturaleza”, comenta Juan Manuel García Ruiz, investigador del CSIC y coautor del libro Armonía fractal en Doñana y las marismas, junto a Héctor Garrido. “La geometría fractal –añade- nos permite estudiar la complejidad, mientras que antes teníamos el modelos que nos hacíamos de la realidad a través de la geometría euclidiana, basada en la racionalidad. Lo moderno de esta película es que deja abierto el tema, como ocurre todo en la vida real. No cuenta el final porque no se conoce, y eso es lo normal, porque la realidad es muy compleja, como lo es la geometría fractal. Es una forma mucho más real y humana de contar la realidad, algo mucho más valiente y auténtico”.

Héctor Garrido comparte esta opinión y añade que “esa complejidad se ve también en que la película no tiene un protagonista nítido; de repente, el elemento que toma relevancia es el paisaje, a través de los fractales. La peli tiene una estructura tan complicada como la vida misma; la trama se ramifica tanto como lo hace un fractal, es como si el peso del paisaje de la marisma hiciera mella en la trama”.

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Imagen de Fractales, paisaje de la marisma de Doñana. Fuente: Héctor Garrido.

Las Marismas de Doñana

La marisma es protagonista, sin duda, desde el principio. Y eso que el director sólo conocía la zona por haber ido alguna vez allí de excursión o a catar el maravilloso arroz con pato que preparan los lugareños. Tras cinco películas urbanas, Alberto se ha topado con la naturaleza en estado puro: “Ha sido una constante renuncia a meter en una lata la belleza que estás viendo, es imposible captarlo todo. En numerosas ocasiones, mientras preparábamos o grabábamos algo, a mis espaldas estaba medio equipo haciendo fotos de un atardecer, un grupo de animales o cualquier escena que era imposible incluir en la película”.

Otra complicación fue el vertiginoso ritmo al que cambian las cosas en la naturaleza: “Llovió durante una semana y todo era diferente a lo que en principio queríamos grabar -comenta el director-, en la ciudad las cosas no cambian tanto ni tan deprisa”.

Paisaje de la marisma de Doñana. Fuente: Héctor Garrido.

Paisaje de la marisma de Doñana. Fuente: Héctor Garrido.

A pesar de las dificultades, la estética de la película es intachable. Además de en el genérico (imágenes iniciales del film), aparecen imágenes de fractales en diferentes momentos, algunas de ellas basadas en las fotografías de Héctor Garrido. “Han hecho un magnífico trabajo de animación – comenta el fotógrafo-, respetando la composición y el encuadre de mis obras y contando siempre con mi aprobación”. Alberto añade que “afortunadamente, Juan Ventura y Manolín Huerta le pusieron mucho empeño al trabajo de animación; al principio ni ellos mismos tenían el convencimiento de que fuera a quedar bien. Algunas cosas funcionaban y otras no: una rama que agitaba el viento, un grupo de pájaros, cualquier elemento que incluíamos había que estudiarlo muy bien y fue posible gracias a que Héctor fue muy generoso y nos cedió muchas más fotos de su archivo para complementar las animaciones”.

La isla mínima está en la gran pantalla desde el pasado mes de septiembre. Cuentan las sinopsis que es la historia de la desaparición de dos adolescentes en un remoto pueblo de las marismas del Guadalquivir y de cómo investigan el caso dos policías, ideológicamente opuestos, que se topan con una comunidad anclada en el pasado y aislada geográficamente en la España de 1980. Pero hay mucho más. Una complejidad fractal que plantea preguntas, infinidad de preguntas.


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