La huella hídrica mide el impacto que determinadas actividades tienen en los recursos basados en el agua. Se refiere, básicamente, a la cantidad de agua potable empleada en el ciclo de vida de un producto, ya sea de un tomate o de cualquier ensalada. Habría que calcular el agua potable utilizada en los procesos de producción (cultivo, limpieza, envasado, etc.). Para abordar el cálculo, hay distintos estudios, por gamas de productos y territorios, que ayudan a obtener los datos de consumo pero, en palabras del emprendedor, estos no son demasiado exhaustivos por lo que hay que echar mano de la creatividad y los conocimientos técnicos.
Respecto a la huella ecológica, es un indicador que se emplea como referente de sostenibilidad de un territorio. “Cuando se dice que para mantener nuestro actual nivel de vida necesitaríamos un planeta y medio, hablamos de la huella ecológica”, aclara Amate. Ésta se define como la superficie per cápita necesaria para producir materias primas y bienes como el agua o la electricidad y para albergar los residuos generados en un territorio concreto. Entre los países con mayor huella ecológica siempre aparecen Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait o Estados Unidos.
Para su evaluación, o para saciar la curiosidad, lo mejor es consultar la Global Footprint Network (http://www.footprintnetwork.org), una organización que ofrece un análisis de la huella ecológica por países.
Suscríbete a nuestra newsletter
y recibe el mejor contenido de i+Descubre directo a tu email