Revista i+Descubre
Una mañana de Julio de 2012 Antonio Camoyán me llamó inesperadamente por teléfono. Quería que le hiciera un retrato esa misma tarde. Extrañado por tanta urgencia quise saber la razón y entre risas me contestó que en ese momento estaba saliendo de unas pruebas médicas en las que acababan de diagnosticarle un cáncer de pulmón. Me planteó su petición casi como una pequeña maldad cómplice entre amigos. Pero, eso sí, no quería perder ni un minuto. Esa misma tarde fuimos a la Pajarera de Doñana, el lugar que cuarenta años antes su cámara fotográfica había convertido en un símbolo imperecedero para la conservación de la naturaleza. Con una sola, poderosa, imagen. Para siempre.
Este escrito toma el nombre del primer consorcio internacional construido para confeccionar un catálogo de posiciones estelares en todo el cielo. Fue promovido por el Observatorio de París y conocido por su nombre francés como 'La carte du ciel'. Su objetivo era observar diez millones de estrellas hasta la magnitud 14 y catalogar las coordenadas de los objetos más brillantes que la magnitud 11. Muchos países, entre ellos España, tuvieron que hacer importantes inversiones para comenzar a tomar las primeras placas en 1892.
La búsqueda de vida en otros planetas del Sistema Solar o en sus satélites es uno de los objetivos científicos más longevos y atractivos de la Astrofísica del último siglo. A principios del XX, Venus fue considerado un planeta con grandes posibilidades de albergar vida. Había varias razones para pensar así: junto a Marte es nuestro vecino más cercano, tiene una masa y una gravedad superficial muy similar a la de la Tierra y posee una atmósfera que se presenta cubierta, casi en su totalidad, por una capa de nubes perpetuas.
De acuerdo a los datos recopilados en la rigurosa monitorización que desde hace años llevan a cabo instituciones como el Media and Climate Change Observatory y especialistas como Rogelio Fernández Reyes, de la Universidad de Sevilla, y Gemma Teso, de la Complutense de Madrid, en España la cobertura mediática del cambio climático aumentó en 2019 un 88,3% con respecto a los datos de 2018 (a escala internacional ese aumento se ha cifrado en un 73%). A juicio de Fernández Reyes y Teso, y a raíz de la reciente Cumbre del Clima (COP25, Madrid), se ha producido un auténtico “tsunami informativo en torno al cambio climático en las televisiones españolas, un fenómeno sin precedentes en la cobertura de las cumbres monitorizadas con anterioridad. Y son los medios públicos, nacionales y autonómicos, los que aglutinan el mayor volumen de piezas informativas emitidas”.
Las células están divididas en distintos compartimentos (p.ej. orgánulos) o regiones caracterizadas por determinadas propiedades (p.ej. concentración de determinadas proteínas). La morfología de estos compartimentos y regiones, su distribución espacial y la interacción entre ellos constituyen la arquitectura subcelular, que está íntimamente relacionada con el funcionamiento y especialización de la célula. Así, las anomalías en la arquitectura subcelular pueden reflejar o derivar en alteraciones funcionales.
A principios del siglo pasado, el revolucionario mexicano Emiliano Zapata hizo popular la frase “La tierra para quien la trabaja”. Estas seis palabras resumían las reivindicaciones de los trabajadores de los campos respecto a sus derechos sobre las tierras que ellos mismos levantaban en condiciones de explotación terribles. Pocos años después, esa misma reivindicación sobre la tierra llegaba a Andalucía de la mano de Miguel Hernández: “Andaluces de Jaén / aceituneros altivos / pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos?”. Aunque los haya leído o escuchado cientos de veces, confieso que siempre me recuerdan las rectas paralelas e infinitas de los campos de olivo, vistas desde el Paseo de la Muralla en Baeza, me recuerdan también los olores de la tarde, la música de la banda y, sobre todo, a mi abuela. Pero no vengo aquí a hablar de mi infancia, sino de ciencia, que es nuestro tema.
“La metafísica es el andamio de madera al que no se puede renunciar para continuar edificando. A lo mejor está permitido afirmar que la metafísica se transforma con el correr del tiempo en física”. Con estas palabras, el Nobel Erwin Schrödinger declaraba la unión del pensamiento y la ciencia, es decir, aunque de modo inverso, nos acercaba al tema que hoy nos ocupa: Sin ciencia no hay cultura. En otro momento, por cierto, Schrödinger citaba a Ortega y Gasset, el cual, en 1930, escribió que la cultura “no hacía sino espumar de aquella [de la ciencia] lo vitalmente necesario para interpretar nuestra existencia”.
Editorial
La conservación de la biodiversidad es, sin duda, la mejor vacuna frente la irrupción de algunas zoonosis inéditas y particularmente virulentas. El argumento, sobre el que insisten numerosos especialistas, bien puede trasladarse de la biología a la comunicación, porque la biodiversidad (de fuentes, de medios, de informaciones) también es imprescindible para garantizar una comunicación fiable en tiempos de incertidumbre. En un horizonte tan complejo como el que nos plantea la COVID de nada sirven los planteamientos reduccionistas y maniqueos que, con demasiada frecuencia, multiplican la angustia de los ciudadanos o, por el contrario, nos invitan a una peligrosa despreocupación. La inacción, en ambos casos, es la peor consecuencia de esa mirada monolítica en la que se nos hurtan demasiados matices.