Córdoba /
01 de febrero de 2017

Alfombras cobrizas para los olivos

Fotografía ilustrativa de la noticia

Informa: Antonio Martín Rodríguez / Fundación Descubre.

Asesoría científica: José Ángel Cantueso.

Los olivares descarnados, sin más verde en la finca que el de las hojas de los árboles, son todavía multitud en los campos de cultivo andaluces. Existe otro modelo que aboga por lo contrario: extender una alfombra vegetal a los pies de los retorcidos árboles. Detrás de esta opción está dar respuesta a los daños por escorrentías y a la pérdida de suelo fértil en los diferentes cultivos. Las cubiertas vegetales frenan el desgaste del terreno. Con las precipitaciones, a veces torrenciales, el suelo pierde sus capas más superficiales, y con ello nutrientes y capacidad para retener agua y humedad. Una cubierta de hierbas permite reducir el impacto de la erosión. En pocas ocasiones se acude a especies autóctonas para cubrir los espacios entre olivos. La empresa Semillas Cantueso ha iniciado un desarrollo pionero en la implantación de este tipo de plantas autóctonas como cubiertas vegetales. A los beneficios en el cultivo esperan sumar también los ambientales.

Equipo multidisciplinar que conforma Semillas Cantueso.

Equipo multidisciplinar que conforma Semillas Cantueso.

El desarrollo empresarial de estas cubiertas es fruto de un lustro de colaboración con el Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC). Junto al equipo de investigación que dirige José Alfonso Gómez, se trabaja en la caracterización y evaluación de un número limitado de especies autóctonas “por los diferentes beneficios que éstas reportan”, explica el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Una de estas plantas es una gramínea llamada Bromus rubens. La herbácea recuerda a la avena. Tiene una altura de unos veinte-treinta centímetros, con un tallo recto que al fructificar toma colores rojizos y cobrizos. De naturaleza muy rústica, forma herbazales y se puede encontrar en el sur de Europa y el norte de África. “Desgraciadamente, está en retroceso por el uso desmedido de herbicidas en el ámbito agrícola”, explica José Ángel Cantueso, responsable de la empresa. Tratada como una “mala hierba”, la planta sobrevive ahora en los bordes de los caminos, donde no llegan los tratamientos fitosanitarios, y en terrenos agrestes. Desde la empresa quieren darla a conocer y valorarla como una solución válida y actual a los problemas de erosión y fertilidad en los suelos de los cultivos de olivar.

Cubierta cobriza

La hierba, conocida en algunos lugares como colajaca, espiguilla de burro o plumerillo rojo, dispone de un ciclo vital corto. Brota en invierno, grana en primavera y con los primeros calores de junio y julio se agosta. De esta manera, no compite por el agua con el árbol cuando empieza a fructificar la aceituna. “A los beneficios de frenar la erosión se le suma que no emplea recursos del suelo que podría necesitar el olivo en el desarrollo de su fruto a la vez que no dificulta las labores de recolección, aparte de la belleza paisajística que conforma el tapiz de espigas de color rojizo en su estado de maduración ”, explica Cantueso.

Los ensayos realizados en colaboración con el Instituto de Agricultura Sostenible hasta ahora muestran que “la planta no es nada perjudicial para el cultivo, pues aparte de ser una planta autóctona adaptada a las condiciones de suelo y clima mediterráneos, retiene la suficiente humedad para los árboles, nutre el suelo, atrae a insectos polinizadores beneficiosos y evita la erosión”, indica el director de la empresa. Los trabajos de investigación se han realizado en diferentes fincas del sur de España. A largo plazo, los resultados mostrados son muy satisfactorios y hacen posible el incremento de la biodiversidad en el cultivo, aspecto que está desarrollando y fomentando la nueva Política Agraria Común.

Destalle de 'Bromus rubens'.

Destalle de ‘Bromus rubens’.

Vistos sus posibles beneficios, la empresa que hasta ahora ha recolectado de forma manual, en entornos naturales, las semillas de Bromus rubens, procesándolas en sus instalaciones, está investigando con el IES (CSIC) y la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba cómo reducir sus costes de producción con el fin de convertirla en un cultivo controlado y competitivo para la formación de cubiertas vegetales autóctonas y ofrecerla al mercado a precios más accesibles. Allí, sin embargo, se encuentra con la dura competencia de otras especies herbáceas procedentes de cultivos de importación y en manos de grandes multinacionales del sector de las semillas herbáceas.

En las fincas de olivos y otros cultivos que emplean cubiertas vegetales se extiende el uso de variedades de fuera de la península ibérica (semillas alóctonas), como lo es el Lolium multiflorum. También conocida como raigrás italiano, es una hierba forrajera de color verde claro, hojas alargadas y colorada en la base de su tallo. Procede de lugares de producción tan exóticos como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, y apenas se da de forma natural en el ecosistema ibérico. El precio de esta planta es diez veces menor que el de la planta autóctona. Por tanto, “el reto es doble: abaratar la producción de ésta semilla y convencer a los productores del uso de semillas de plantas autóctonas para la creación de cubiertas vegetales en cultivos, pues todo son ventajas a medio y largo plazo ”, explica Cantueso.

Trabajo en el laboratorio de la empresa.

Trabajo en el laboratorio de la empresa.

Colección

La compañía cuenta con el mayor catálogo privado de semillas autóctonas  ibéricas de España, según refleja  su memoria de empresa. Ha ido recolectando estos granos desde 2007, de una forma manual y controlada. Con esta labor de hormiguita pretende conservar el rico patrimonio fitogenético y generar riqueza a partir de la amplia biodiversidad que atesora la península ibérica. Fruto de este trabajo y esfuerzo, fue la distinción que obtuvo la empresa como “entidad colaboradora” en materia de conservación de flora y fauna silvestres por parte de la Junta de Andalucía, en el pasado año 2016.

En la investigación y el desarrollo colabora con la Universidad de Córdoba, el IAS (CSIC) y el Real Jardín Botánico de Córdoba. El catálogo está formado en la actualidad por unas 860 especies diferentes. La conservación de estas semillas en un biobanco o banco de germoplasma, supone una salvaguarda de gran parte del acervo botánico peninsular.


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