Andalucía /
01 de julio de 2016

Ciencia para la Paz

Fotografía ilustrativa de la noticia

Los últimos acontecimientos de fanatismo islamista en Estados Unidos y Europa han generado un clima internacional de desconfianza y sospecha. España y Andalucía, como territorios de paso entre el Magreb musulmán y la Europa cristiana, aparecen en el imaginario popular –incluso político– como la ‘gran ruta de los violentos islámicos’. Desde el Instituto Universitario de Investigación de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada trabajamos para conseguir la estabilidad desde unaperspectiva centrada en las necesidades del individuo, sus deseos, frustraciones y logros, pues es precisamente el ser humano la pieza necesaria para cimentar el ‘edificio’ de la seguridad mundial

Fotografía de María José Cano en Chauen, Marruecos

María José Cano en Chauen, Marruecos

El Instituto Universitario de Investigación de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada –IPAZ- es un centro dedicado al análisis de los conflictos y de la paz desde una perspectiva transversal. En él se integra cualquier disciplina científica y lo conforman diversas líneas de investigación siempre en binomio con la paz: educación y cultura de paz; ciencia, tecnología y paz; análisis de conflictos; historia de la paz; religiones, culturas y paz; género y paz; Derechos Humanos y desarrollo; arquitectura y paz; y no violencia.

Sus objetivos primordiales son la investigación de la paz y la divulgación de su cultura, entendiendo ésta en su sentido más amplio, no restringido a la ausencia de guerra y asumiendo el conflicto como parte inherente a la condición humana, y cuyo patrón de resolución –pacífica o violenta– marcará la pauta de comportamiento individual y social. De este modo, desde el IPAZ buscamos mecanismos que promuevan el logro de una sociedad basada en la justicia, el respeto a los derechos humanos, la cooperación y solidaridad desde una investigación de excelencia.

Escenario actual ¿qué está pasando?

En primer lugar, la generalización del término ‘mundo árabe’ acuñada hoy día en muchos ámbitos –político, social o medios de comunicación- es errónea, pues éste es un universo complejo y variado donde cada país árabe tiene sus propias circunstancias y características -no es lo mismo Marruecos que Arabia Saudí, por ejemplo-.

Otro de los errores es identificar árabe con musulmán. Una persona árabe es alguien nacido en un país de habla árabe, independientemente de su religión o afiliación política –en concreto hay 22 países árabes en todo el mundo-. Por su parte, musulmán es un individuo que cree en la religión fundada por Mahoma. De este modo, hay bastantes países de mayoría musulmana que no son árabes –como Indonesia- y en los países árabes existen minorías que no son musulmanas –como puede ser el caso de Egipto, donde encontramos un grupo que profesa el cristianismo denominados coptos-. Asimismo, el islam no es un todo homogéneo, por el contrario, es un fenómeno complejo y heterogéneo que ha ido cambiando y adaptándose a lo largo de su historia a las más variadas circunstancias políticas, culturales y sociales. En consecuencia, no se puede hablar de la seguridad o inseguridad en relación al mundo árabe, en todo caso, ante ciertos movimientos fanáticos islámicos.

La alarma despertada por los últimos acontecimientos del terrorismo islamista radical en Estados Unidos –Orlando- y en Europa –Francia, Bélgica o más recientemente Estambul- han generado un clima de desconfianza y sospecha ante todo lo musulmán. En concreto, España y Andalucía, como míticos territorios de paso entre el Magreb musulmán y la Europa cristiana, aparecen en el imaginario popular –incluso político– como la ‘gran ruta de los terroristas islámicos’, cuando está demostrado que no es la única, ni la más frecuentada. Por ende, la seguridad de España y de Andalucía no es muy diferente de la del resto de Europa. En las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, el efecto ‘proximidad’ sí ha favorecido la instalación de células de captación, pero la región andaluza no ha sido un territorio elegido especialmente por los islamistas radicales para estos menesteres.

Por otra parte, hablando de ‘seguridad’, es común entender esta palabra en relación con lo militar, algo que, por cierto, se ha mostrado ineficaz y generador de más violencia.Frente a esto, cada vez se plantea más el concepto de seguridad humana, centrado de forma específica en las necesidades del individuo, con sus deseos, frustraciones y logros, pues al fin y al cabo el ser humano es la pieza fundamental para cimentar el ‘edificio’ de la seguridad mundial. Un concepto más allá de la imposición por el uso de la fuerza que requiere desarrollar un esfuerzo permanente en múltiples direcciones. Posiblemente los frutos positivos sólo se vean a medio y largo plazo, y sin que los estallidos violentos desaparezcan definitivamente, pero una cosa es cierta: sólo si trabajamos en este sentido estaremos en el camino de la construcción de la paz.

El musulmán en Andalucía y España

En relación con otros países de nuestro entorno europeo, la emigración a España y Andalucía de elementos musulmanes es muy reciente y se ha producido en circunstancias distintas, lo que permite esperar que la integración se desarrolle en grado y forma diferente. El hecho de que antes de que se alcanzara la integración o no de la primera generación musulmana española se produjeran actos terroristas islamistas de forma sistemática ha generado incertidumbre ante cómo se integrarán los emigrantes musulmanes y sus descendientes.

No obstante, y pese al calado que genera la violencia, al menos a nivel social y ciudadano la integración de los árabes y los musulmanes en España y en Andalucía puede desarrollarse sin grandes traumas. Otra cosa son los obstáculos que claramente existen en los poderes políticos y económicos.

Origen de la violencia

En países como Francia, Gran Bretaña o Bélgica, la dejadez de las autoridades de acogida en cuestiones relacionadas con educación específica o distribución espacial, unida al ‘rencor anticolonialista’, la aculturación de los acogidos, entre otras problemáticas, formaron lechos de resentimiento e inadaptación que a medio plazo se han revelado como espacios propicios para el desarrollo de la ira y la violencia más extrema.

La pervivencia en los países árabes de las causas que provocaron las llamadas ‘primaveras árabes’ -el malestar socioeconómico y político, la falta de libertades y de democracia, el desencanto ante las nuevas situaciones políticas- están también sin duda en el origen de las revueltas y reacciones violentas de estos últimos años, principalmente en países árabes y musulmanes -recordemos que la mayoría de los atentados no se han dado en occidente sino en países árabes y musulmanes-.

Medidas de actuación

Sin duda alguna, la primera medida y más eficaz es la educación: en valores integrantes, de solidaridad, de un conocimiento de los ‘otros’ que ha de ser extensiva tanto a las hijas e hijos de emigrantes como a los jóvenes originarios del país de acogida. También abordar un programa de educación de emigrantes adultos sería de suma utilidad para la integración de ellos y de sus descendientes.

En esta medida es importante fomentar el conocimiento por parte de occidente: por un lado, de la realidad del islam y lo árabe -sobre la que existe una llamativa ignorancia en occidente-; y por otro, de la situación y las dinámicas de los países árabes, como son las transformaciones socioeconómicas, culturales y políticas que se están dando o el aumento de las tensiones sociales impulsadas a partir de las diferencias sectarias y étnicas.

Dado que la ignorancia es una de las mejores aliadas de los prejuicios, estigmatizaciones y odios y, en última instancia, de la violencia, es necesario desarrollar un programa de educación donde, partiendo del reconocimiento del conflicto que genera la nueva situación para unos y otros, se asuman la cuota de sufrimiento y responsabilidad de ambas partes con la finalidad de que a corto y medio plazo se pase de la visión ‘unos y otros’ al ‘nosotros’.

Finalmente, es importante evitar el aislamiento físico y la formación de barrios ‘guetos’, donde se detecta un rechazo desde el interior hacia el exterior y viceversa. Es cierto que los grupos minoritarios tienden a agruparse como medida de autodefensa, pero es ahí donde los políticos han de idear un plan de actuación que aborde la eliminación de las situaciones que favorecen el aislamiento.


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