Cádiz /
20 de marzo de 2015

El huerto marino de Europa

Fotografía ilustrativa de la noticia

Fitoplancton Marino, empresa gaditana, es la única compañía en el mundo con autorización para producir y comercializar las microalgas marinas para consumo humano. Pero de las instalaciones del Puerto de Santa María también salen otros productos que, derivados de estos microorganismos verdes, llegan a sectores como la cosmética, la acuicultura y la acuariología.

El director gerente de Fitoplacton Marino, Carlos Unamunzaga.

El director gerente de Fitoplacton Marino, Carlos Unamunzaga.

Fuente inagotable de recursos. Riqueza nutricional. Alta productividad. Despensa potencial de productos aplicables en ámbitos tan variados como la alimentación, la medicina, la cosmética o la energía. Éstas son algunas de las cualidades que definen a las microalgas marinas y que atrajeron el interés de Carlos Unamunzaga y Laila Mantecón mientras cursaban sus estudios de Ciencias del Mar en la Universidad de Cádiz. Ya entonces sintieron curiosidad por unos microorganismos que, aun siendo vegetales y con capacidad fotosintética, podrían ser el origen de muchos compuestos  -omega 3, vitaminas, antioxidantes- que no estaban presentes en las plantas terrestres. Además, su amplia variedad –hay más de 40.000 especies clasificadas- hacía de las microalgas una fuente de recursos naturales inagotable.

Ese interés inicial dio paso a una oportunidad de negocio cuando, tras un conocimiento más profundo del tema, en el que indagaron en los distintos procesos de cultivo y en las tecnologías de producción, procesado o purificado de microalgas, ambos deciden constituir, en 2002, Fitoplancton Marino. Había nacido la primera empresa andaluza especializada en la producción y conservación de microalgas marinas.

En esos primeros años, su principal ámbito de actuación era la acuicultura. Así lo recuerda Carlos Unamunzaga, gerente de la empresa: “Por aquel entonces, ya habíamos detectamos que había un campo sin explotar en los criaderos de peces de lubina, dorada, rodaballo o lenguado… En estas empresas, se utilizaban distintas variedades de microalgas para alimentar a las larvas de estos peces. El valor nutricional que aportaban era fundamental para el desarrollo de los alevines que, en su medio natural, se alimentan precisamente de fitoplancton”.

Comienza así la producción de microalgas marinas para introducirlas en la acuicultura como alimento larvario de peces, moluscos y crustáceos, una actividad que proporciona a los criaderos productos como microalgas liofilizadas (deshidratadas) o pastas y concentrados pero también cepas de microalgas, medios de cultivo o inóculos para iniciar cultivos. Pero la acuicultura no era el único mercado disponible. Había otros campos por explorar. Entre ellos, el alimentario.

Imagen del Departamento I + D de la empresa gaditana Fitoplacton Marino.

Imagen del Departamento I + D de la empresa gaditana Fitoplacton Marino.

El Nobel de la Alimentación

Fitoplancton Marino es, desde el año 2014, la única empresa en el mundo que puede producir y comercializar las microalgas marinas para consumo humano. Esta exclusividad viene respaldada por el Novel Food (Nuevo alimento), una autorización emitida por la Unión Europea, obligatoria para todos aquellos alimentos que no hayan sido consumidos en el Viejo continente antes de 1997. Es decir, cualquier producto cuya seguridad alimentaria no haya sido probada, que no tenga un ‘historial de consumo’, no puede salir al mercado.

“Dado que se trata de cultivos microbiológicos de organismos, hay que establecer unos protocolos y unos registros específicos para garantizar su inocuidad. Lo que implica una adecuada manipulación y gestión de los distintos procesos implicados en la producción de microalgas”, explica Unamunzaga.

El proceso hasta conseguir esta distinción les llevó cinco años de ensayos (de toxicidad y de mutagenicidad -es decir, la producción de alteraciones del material genético celular-), expedientes y demostraciones que culminaron con la aprobación unánime de un comité científico formado por 26 investigadores, uno por cada miembro de la Unión Europea.

En el camino de esta aventura se cruzó el cocinero gaditano Ángel León, conocido como ‘el chef del mar’, allá por 2008. “Para entonces ya se sabía que el fitoplancton era rico en compuestos bioactivos con un alto potencial para ser usado en la industria alimentaria. Pero nunca lo habíamos probado ni comido directamente. Y Ángel nos animó a ello”, recuerda el gerente. Tras una primera cata, que Carlos Unamunzaga define como “una explosión de matices marinos con intenso sabor a marisco, almeja, mejillón o incluso ortiguilla”, se confirmó lo que casi era una evidencia: el fitoplancton era un alimento innovador, exclusivo y único.

A partir de ese momento empieza la colaboración entre ambas partes y se decide iniciar el proceso para conseguir el Novel Food. “En este caso se trataba de autorizar un producto basado en una especie concreta de microalga, con su nombre y apellidos. Por lo tanto, había que buscar aquélla cuyas propiedades organolépticas (olor, sabor o aroma) mejor se adaptaran a su destino final: su utilización en cocina como alimento”.

La elegida fue Tetraselmis chuii. Su cultivo en las instalaciones de Fitoplancton Marino reproduce las condiciones que se dan en la finca Veta la Palma, un enclave privilegiado para la reproducción de microalgas marinas, situado en pleno corazón del Parque Natural de Doñana. De ahí que el producto final, una especie de polvo verde intenso liofilizado que conserva todas sus propiedades originales, se comercialice bajo el nombre de ‘Plancton Marino Veta la Palma’.

Imagen del chef gaditano, Ángel León.

Imagen del chef gaditano, Ángel León.

Alimentos funcionales

El proyecto con Ángel León no es, sin embargo, el único vinculado a la industria alimentaria que se desarrolla en la empresa gaditana que, a raíz de esta experiencia culinaria, está produciendo compuestos bioactivos de plancton marino para que sean integrados en los alimentos funcionales. Por ejemplo, omega 3, un ingrediente extraído de los ácidos grasos poliinsaturados –el organismo no puede fabricarlos a partir de otras sustancias- de las microalgas y que, habitualmente, se encuentra en el pescado azul.

En esta misma línea de complementos funcionales, la empresa está generando vitaminas y, sobre todo, antioxidantes. “En los últimos años, nuestros hábitos dietéticos han variado. Una de sus consecuencias es la falta de antioxidantes en la alimentación. Estos compuestos nos previenen de los radicales libres, agentes que deterioran las células. Por lo tanto, su presencia en los alimentos nos protege frente al envejecimiento y la degradación celular y nos ayuda a retrasar la aparición de algunas enfermedades como las cardiovasculares”, explica Unamunzaga.

Belleza natural

Si el objetivo de aprovechar la gran diversidad de compuestos funcionales que ofrecen las microalgas es cuidar el interior de las personas, en Fitoplancton Marino tampoco descuidan el exterior.

Por eso han desarrollado una línea de investigación para extraer y purificar moléculas bioactivas de estos microorganismos con las que se elaboran productos cosméticos, tanto de belleza como dermocosméticos, es decir, orientados al tratamiento de enfermedades de la piel.

Plato de Ángel León con plancton marino.

Plato de Ángel León con plancton marino.

“Estamos trabajando en la producción de extractos de colágeno, agentes hidratantes, antioxidantes, compuestos parecidos al ácido hialurónico y otras sustancias derivadas de la microalgas que se utilizan en cosmética anti-edad y como terapia dermocosmética. Concretamente, tenemos una marca propia de productos de belleza, ‘Réjuvasea’, que se vende en Estados Unidos y Canadá a través de una empresa que los fabrica y los comercializa”, añade el gerente de Fitoplancton Marino.

Finalmente, otro campo donde también encuentran aplicación los compuestos bioactivos de las microalgas marinas es la acuariología, donde el fitoplancton –en versión líquida o liofilizada-, sirve de alimento a peces omnívoros e invertebrados marinos (corales, crustáceos) que viven en los acuarios.

“Es otro mercado más, de los muchos donde las microalgas tienen salida. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una industria incipiente. Nosotros producimos a muy pequeña escala ya que contamos con una planta de 10.000 metros cuadrados. Para grandes producciones tendríamos que disponer de mayores instalaciones pero también de la tecnología adecuada para desarrollar los procesos de tratamiento de la materia prima. En eso estamos. Ya no se puede decir que las microalgas sean el futuro. Son el presente”, concluye Unamunzaga.


Ir al contenido